jueves, 17 de abril de 2014

Se rifa un escritor

Trago el humo que despiden
Los autos más veloces del mundo.
Viajo en trenes inundados
Por las pestilentes caras del desgano.
Hombres aplastados de rutina,
Mujeres con muslos sabor a derrota.
Suben y bajan.
Pero ellos, eso no lo saben.
Llevo en mis espaldas
Las marcas de los zarpazos
De mujeres apasionadas.
En mi pecho reposa
El llanto penoso del desencuentro,
Y sobre los hombros flacos
Cargo el peso completo de
Todos los problemas del mundo.
Y camino por las calles,
Y le sonrío a risas que
Ya no existen.
Y me siento en los bares
Porque solo ya no puedo.
Y me ayudo con los cafés más negros,
Llenos de melancolía.
Y me acompaño con mi libreta gastada,
Delineo letras sucias.
Y escribo porque no puedo
Hacer de mí otra cosa.
Porque es el arma que tengo
Para ser eterno.
Escribo porque si no debería
Hacer, ser, otra cosa.
Escribo porque si no
Lo hago tendría que
Salir a matar,
O ayunar por los pobres,
O quejarme del retraso de los trenes,
O cortarme las uñas,
O matarme porque todo es diferente.

Entibio mi voz con cigarrillos
Hechos en fábricas
A razón de 10.000 por minuto.
Desde el balcón,
La luz del alba grita que
Es un nuevo día.
Pero el mío,
Aún no ha terminado.

domingo, 6 de abril de 2014

Te conozco de algún lado

- Su café cortado, señor. Su café con crema, señorita. Los invitamos con dos bocaditos producidos en la panadería artesanal que llevamos a cabo detrás del mostrador. Todo lo que ve en exhibición, como lo que se le presenta frente, está hecho con materiales seleccionados. Que lo disfruten.
- Es usted muy amable.
- No podría ser menos ante su belleza, si el caballero que la acompaña me permite.
Se sonroja y lo mira a él que retuerce su lengua entre los molares.
- Ha dicho usted una verdad. Gracias por su servicio.
- Cuando guste el señor. Se marcha con una sonrisa mezcla de burla, mezcla de resabio. La bandeja apoyada contra el flanco izquierdo. El rígido movimiento de los pasos consecutivos. Le sonríe a un cliente que acaba de entrar.
- Es muy atento el mozo, ¿no te parece?
- Sí, sí lo es. Además, muy acertado. En verdad estás muy linda. Una sonrisa sincera se escabulle en el adjetivo superlativo.
- Sos muy amable. El rubí de los labios desprende un brillo que sólo en ella sabe producirse.
- No quiero entrar en dilaciones. Ante todo, quiero agradecerte que estés hoy acá, es muy importante para mí. Bien sabrás por qué te pedí el encontrarnos pero permíteme poner en palabras. Un nudo en la garganta se hace presente y el pecho se le hunde en sí mismo. En inconsciente comparación, piensa, la sensación es igual al nacimiento de una estrella supernova que en la destrucción nace y en el nacimiento se destruye. Se acomoda en la silla, los codos apoyados en la mesa, las manos que se encuentran en el centro del rostro. Suspira. Toma aire. Tenes los ojos lindos, la mirada buena, ¿sabes? Se me hace difícil con el brillo sereno de tu sonrisa decirte que te pienso todos los días, ¿sabes? Me he enfrentado con los mejores miedos que me he creado pero no como este, ¿me explico? Mira cómo tengo las manos. Sus manos tiemblan y parecen tener vida propia. La taza de café tiembla nerviosa entre sus yemas.
Sonríe nerviosa, incómoda. Ha pasado mucho tiempo, lo sabe. Piensa cuánto faltará para irse. Imagina el recorrido que tomará: Callao, Perón, Uriburu, Alsina, Matheu. Por vez primera nota que las calles que toma llevan apellidos, de los cuales sólo conoce a Perón. Está bien, es lindo lo que decís, en verdad lo agradezco…
- Entiendo, entiendo. Pero vení, dame la mano, no la escondas, permitime. Tose para aclarar la voz. Se dice que al nacer, la mano izquierda es la que nos indica el futuro, lo que tenemos como destino. La derecha, sin embargo, se modifica acorde a lo que nos va sucediendo. Ello se produce por el trabajo, por las historias, la vida misma. Se acerca aún más a la mesa, rozando con su pecho la taza de café. ¿Y ves acá? Acércate, ¿te hace cosquillas? Es un segundo. Vení. Acá tenes como un pequeño montecito, ¿ves? No es ni muy chato ni muy grande, es normal. Se llama Monte de Venus y dice que sos sensible y creativa. 
- Ahh. Pronuncia mintiendo un gesto de interés. Sin embargo, saborea algunas palabras sueltas y mira al centro de los ojos de él quien esquiva la mirada. Le gusta gustar.
- Y eso no es todo, espera. Sorbe del vaso de soda. Esta línea es la línea del corazón, esta que atraviesa toda la mano a lo largo. Y allí donde termina, en el canto de la mano, hay dos líneas más chiquitas, casi imperceptibles, mira. ¿Las ves? Ahí las tenes, ahí. Juega con la mano de ella entre las propias. Jamás sintió una caricia tan suave. Bueno, eso indica los amores que has de tener y la intensidad de los mismos en tu vida, ¿ves que esta línea está más pronunciada que aquella? Eso es porque… En un movimiento inconsecuente, golpeó la taza de café, volcando el poco contenido que restaba sobre su pantalón y un poco sobre su mano izquierda. 
- Toma, sécate. Qué distraído que sos, eh. Se ríe mostrando el filo de los dientes. La torpeza de él le provoca ternura.
Él parado al costado de la mesa, observando el camino hacia el baño. Mientras se seca la mano izquierda, nota que las líneas de la palma se han borrado. La mano quedó lisa de cicatrices y arrugas. Pálido y taciturno, se excusa. La mirada perdida, la tensión en los hombros. Perdón, voy a ir al baño. Espero quitar la mancha a tiempo para que no quede. Discúlpame. Se aleja comprendiendo que hoy no puede irse sin probar sus labios. Siente su torpeza por ensuciar el pantalón recién estrenado. Logra disimular la mancha y piensa que esto sólo es un golpe de realidad para todo el ensueño de la situación. Arregla un mechón de cabello que se posaba en su frente y mira sus dientes para remover alguna potencial suciedad. Acomoda la camisa dentro del pantalón y sale con paso seguro, olvidándose de su mano, ya se ocupará de ello.

Al regreso, nota que ella no se encuentra allí. Más aún, no encuentra la taza de café o los sobres de azúcar que ella usó y dejó desparramados por sobre la mesa. En vano examina, con su mirada fría y calculadora, el lugar en busca del mozo. Nadie se encuentra allí. Brillan las mieles por encima de las delicias de la confitería a medida que él se aleja, desorientado, hacia la puerta. Una vez fuera, gira su mirada por todo el lugar. Un espeso escalofrío, seguido de una suerte de sudor helado e imparcial, le ronronea la espalda. La confitería ya no está allí. No encuentra los vidrios empañados de promesas de amor o las mesas acomodadas afuera, ni por asomo podría percibir algún aroma a café. Se toma las cienes por no arrancárselas, hasta convertirse en un ovillo sobre cordón de la esquina, deshecho en lágrimas. El mundo ajeno le aplasta los hombros mientras sus brazos cruzados ensayan un muro de contención sobre su pecho.

- DSM 295.3. Vemos acá al sujeto bajo un estado de alteración, logrado a través de colocar una taza de café usada y una cinta de un tango que él mismo solía tararear. En estado normal, es decir sin los estímulos, el paciente es reconocido por ser cordial, sin mayores alteraciones y colaborativo ante los tratamientos. Este último dato se apresta a colación porque no hemos encontrado, en este tipo de diagnóstico, estas características. Sin ir más lejos, al llegar a la institución, de esto harán dos años y medio, solicitó en la recepción ser internado por presentar los síntomas que se describen en los libros de textos. Sin familiar que lo haya visitado y desconfiando de la certeza en su discurso, estimamos, sin embargo, que ejerció la medicina psiquiátrica antes de notar este tipo de esquizofrenia en sí mismo. Como podrán apreciar en las paredes, reitera una serie de notas. Las mismas expresan una solicitud en una cafetería, una descripción de una tarde de otoño, los nombres de los músculos responsables de generar una sonrisa y, últimamente, hemos encontrado que esconde para sí, entre sus ropas, una nota que aún no hemos podido descifrar. Ante las preguntas que se le realizan sobre este hecho, el paciente no reconoce el escrito o el lugar donde ha sido encontrado. En ocasiones, se ha predispuesto violento, provocando dificultades en la entrevista. Continuamos por aquí, DSM 295.2. Noten la rigidez en los gestos…



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