Los autos más veloces del mundo.
Viajo en trenes inundados
Por las pestilentes caras del desgano.
Hombres aplastados de rutina,
Mujeres con muslos sabor a derrota.
Suben y bajan.
Pero ellos, eso no lo saben.
Llevo en mis espaldas
Las marcas de los zarpazos
De mujeres apasionadas.
En mi pecho reposa
El llanto penoso del desencuentro,
Y sobre los hombros flacos
Cargo el peso completo de
Todos los problemas del mundo.
Y camino por las calles,
Y le sonrío a risas que
Ya no existen.
Y me siento en los bares
Porque solo ya no puedo.
Y me ayudo con los cafés más negros,
Llenos de melancolía.
Y me acompaño con mi libreta gastada,
Delineo letras sucias.
Y escribo porque no puedo
Hacer de mí otra cosa.
Porque es el arma que tengo
Para ser eterno.
Escribo porque si no debería
Hacer, ser, otra cosa.
Escribo porque si no
Lo hago tendría que
Salir a matar,
O ayunar por los pobres,
O quejarme del retraso de los trenes,
O cortarme las uñas,
O matarme porque todo es diferente.
Entibio mi voz con cigarrillos
Hechos en fábricas
A razón de 10.000 por minuto.
Desde el balcón,
La luz del alba grita que
Es un nuevo día.
Pero el mío,
Aún no ha terminado.
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