domingo, 13 de enero de 2013

Lo que mata es la humedad

Las pastillas del mingitorio estaban, curiosamente, renovadas. Eran blancas perlas amontonadas, como abrazadas y divertidas, sin uso y establecidas, reposando sobre los agujeritos calados en el blanco cerámico, sin siquiera saber sobre su destino. El primero chorro de la meada de Horacio las hizo estremecer, corriendo de lugar a una o dos pelotitas. Luego, el trámite normal. Silbar una melodía, mirar para arriba un poco, relojear las últimas gotas, sacudir el envase y volverlo a guardar. Se lavó las manos fugazmente, como aquel que la prisa le hace escatimar el tiempo a las cosas, quizás, necesarias.
Mientras, Marcelo estaba sentado en la mesa habitual del bar, ya con el pebete de Horacio servido y su jugo dispuesto a ser bebido. Estaban un tanto cansado ambos, una mala noche del día anterior que los agotó de distintas formas. El calor, la humedad, los pensamientos, Buenos Aires. Los dos eran amigos desde que el uso de la razón se los permitía contar - claro, quizás no era hace mucho. Y eran de esas amistades de la vieja escuela, de las aventuras compartidas, de las rodillas raspadas, de los primeros tropiezos ante la abocada travesía de aprender a andar en bicicleta, de las pelotas pinchadas. Vivieron momentos difíciles que, observados a través del cristal del tiempo, hoy perecen como anécdotas infames. Sin embargo, siempre estuvieron juntos.
Horacio se sentó y, sin mediar palabra alguna, le dio una gran mordida al pebete con tal voracidad que desprendió una feta de salame, bronceada de una mayonesa celestial, que quedó balanceándose entre sus dientes. Marcelo se rió entre labios y apretó el paso de su jugo. No les quedaba mucho tiempo, tenían un tiempo de descanso y luego a retomar sus tareas. Se escaparon al bar para estar tranquilos ya que no había nadie por ser la hora de entremedio del desayuno y el almuerzo. El sol golpeaba frente a los ventanales sucios que solo dejaban ver las sonrisas de los colegiales que corrían tras una pelota.
Horacio no estaba bien. Es decir, sí, estaba bien, entero, como siempre. Pero no, tenía un gesto, una expresión que denotaba desde el rostro que no era habitual y, sin lugar a dudas, era de una desazón o, quizás, de una preocupación de esas que te hunden en la primera silla donde apoyas el culo. - Anoche dormí mal, Marcelo. No dormí, bah. Me quedé pensando. Pará, no te me cagués de risa. Sí, me quedé pensando. ¿Nunca pensaste que la vida esta mal? Como que hay una trampa, hay algo, che. No sé. - finalizó Horacio que fruncía el ceño ante la mirada risueña de Marcelo. El sol entraba un tanto más fuerte por los ventanales, avanzaba el día y la humedad era insoportable. La ropa se pegoteaba y una suerte de sudor comenzaba a darle brillo a las frentes.
- No sé a qué te referís, macho. Yo si me desvelo es por una buena película, un buen libro tal vez. Quizás una mina pero eso ya casi que no pasa. Una vez que te desvelas por una, te desvelaste por todas. Eso también es por las minas, viste. - refirió Marcelo.
- Que la vida está mal, boludo. Que algo está mal. Fijate. Estudiamos desde pibes, nos introducen formas, maneras, estructuras de lo que está bien y lo que está mal. Sí, nos desviamos un poco en cada caso pero es más o menos lo mismo lo que vamos viviendo. Te enseñan, por ejemplo, que el éxito esta vestido de un traje nuevo, de marca, italiano en lo posible. Que tenes que usar traje y sos existoso. No importa si trabajas en una dependencia del estado, en una cafetería o cambiando divisas por Florida. Tenes un traje y ya te toman por exitoso. Algo así pasa con los médicos pero es más raro eso también, con el tema del color de los ambos o la tiranía de aquellos que estudiaron medicina administrativa. Sí, ya sé, me vas a decir que el éxito depende de otra cosa, de uno, etcétera. - se quiso componer Horacio mientras limpiaba una mancha de mayonesa que cayó sobre la mesa de madera gastada.
Marcelo se encogió de hombros. Miró a un costado, como buscando o pensando algo para comer pero luego desistió. - No estoy tan de acuerdo. Cada uno puede ser exitoso en lo que se propone, en su profesión. Así, hay médicos paupérrimos y grandes albañiles. Como todo, digamos. No por un traje o un título serás mejor o peor que nadie sino que la pasión que tengas por eso que haces es lo que te define, lo que sos.
- Sí, ya sé pero no me estás siguiendo. Es que nos condicionan y, sin quererlo, nosotros nos adaptamos. Vos sabes bien cuáles son los estandartes del éxito, de cómo se viste y cómo gesticula la buena vida a los ojos de esa fiscalía de lo bueno o lo malo del mundo. Te digo, sin ir más lejos, eso de la disciplina escolar, el buscar la mujer para tener hijos, nunca llegar tarde a la oficina, enero vacaciones en la costa, los domingos leer el diario, tener un auto, dos perros, hace el amor una vez cada tanto. Me dan ganas de llorar, viejo. - y si bien Horacio no lloró, se secó las lágrimas de sudor por la humedad que se levantaba a medida que el sol emprendía su ascenso.
- Puedes que tengas razón, no sé. Yo me siento cómodo hasta ahora y, para mí, nada está escrito. Podes patear el tablero que nadie se enoja, eh. Y la fiscalía me puede venir a buscar cuando quiera y veremos quién es quién. - Marcelo paró para mirar su reloj. Le dijo a Horacio que tenían que ir yendo.
Era la hora de volver a los deberes. La campana del recreo estaba por dar su singular chirrido para orientar a los alumnos al regreso del aula, marchando todos juntos como las vacas que van al matadero, ignorando  quizás, su destino. Horacio se preocupó porque olvidó hacer la tarea del día anterior y puteó hacia arriba mientras se tomaba la cabeza. La maestra ya le había advertido sobre sus deberes y el se había prometido no fallar pero el mundo de hoy tiene muchas distracciones para un niño de segundo grado.



Imagen de acá 

4 comentarios:

  1. No sé porqué, tal vez por la forma de escribir, pero creo que hay algo de autobiográfico. Espero que no haya sido en 2º grado. Si así fuera, ya debe andar por la 5ta úlcera, dos bypass y tres ACV!
    Relájese un poco, no todo está escrito. Además, si asi fuera, si algo nos enseñá Hollywood es que pueden haber hasta 5 Rambos, 7 Rockys (ya sé, todavía no llegaron a 7, pero Stallone todavía sigue vivo) es decir, lo escrito se puede reescribir tantas veces quiera.
    Abrazo!

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    1. Es muy probable lo de la autobiografía. Algo siempre se vierte, ¿viste?
      Y es verdad. Tal vez no hay nada escrito. Pero, para mí, sí, está escrito, algo ya está dicho aunque lo mejor es no saberlo, vivirlo y no pensar en ello. Ahí es cuando uno reescribe, cambia, se sorprender. Ojo, como siempre, para mí.
      Fuerte abrazo, Ato! Y sigo esperando el link sobre los muebles!

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  2. Es que lo que cuenta es lo que vos creas, que también puede cambiar. Hay gente que era cristiana y luego se volvió budista, judíos que se hicieron cristianos, otros que creían que el "que depositó dólares cobrará en dólares" etc. etc. Abrazo!

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    1. Es muy cierto. Todo cambia, profería una canción popular.
      Eso es lo lindo, verse cambiar. No sé sí para bien, para mal, pero siquiera intentar, ver qué pasa, morderle la oreja a la vida.
      Fuerte abrazo!

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