domingo, 16 de agosto de 2015

Por hoy va a estar bien

- ¿Cómo?
- Lo que dije.
- No te escuché, lo siento. - estaba exhausto, la fábrica, el vino, habíamos terminado una sesión de sexo y ella no se había marchado, y hablaba. Algo iba a pasar,
- A eso me refiero, justo a eso.
- ¿Puedo ayudarte en algo?
- ¿Acaso no te importa nada?
- Si, hay cosas que me importan. Pero no les importo a ellas. Es nefasto. - busqué cigarrillos en el pantalón, quedaban dos, debía administrarme.
- Otra vez haciéndote pasar por el estúpido de bukowsky, que carver, que ernest, que toda esa bolsa de mierda. Seguro que ellos escuchaban a sus mujeres. - sabía dónde atinar un buen golpe.
- No metas a buk en el asunto, ¿qué es lo que sucede?
- Que ya es hora de terminar.
- Es lo que acabamos de hacer, cuando me caí al costado tuyo, lo pasamos bien.
- Sos un enfermo.
- ...
- Que cortemos, que esto no funciona, ya basta. - pareció contener mil palabras cuando escondió sus labios dentro de la boca, aguardando una respuesta.
- Bueno, está bien, me parece bien.
- ¿Que te parece qué? - eran las mil palabras que recorrían todo su cuerpo, algo para buñuel, quizás para pollock.
- Que sí, que quizás tengas razón. Bueno, no quiero que te apresures en levantarte. Buscaré algo más de vino.
- Vos no buscas nada. ¿Por qué sos así? Leer esas mierdas te hizo mal, vos estás mal. - y me miraba y meneaba la cabeza de un lado a otro, en un movimiento negativo, la boca abierta y las mil palabras rebotando en el cráneo.
- No entiendo a qué apuntas. Sobre el tema no hay nada más que hablar.
- ¿Pero no me queres? ¿No queres escuchar por qué tenemos que terminar? Estuve hablando con mi analista y algunas compañeras del trabajo, también con juliana, y un compañero de la universidad me estuvo invitando a salir desde hace tiempo y...
- Lo siento, no.
- ¿No qué?
- No hace falta todo eso. 
- ¿Qué cosa no hace falta?
- Eso.
- Por el amor de dios, ¿podes ser más expresivo? Cuando escribís, sos joyce, sos los hermanos karamazov, y acá nada, nada, nada. Estás enfermo, estás loco, nene, loco.
- No hagamos de esto lo que no es.
- ¿A qué te referís? No estás planteando una metáfora, no tenes que probar ningún punto, hablemos de esto.
- Mira, no quería llegar a este punto de explicar. Es sólo eso.
- ¿Y por qué? Sos imposible, eso sos. - me quedaba un cigarrillo y un poco de vino, por hoy va a estar bien, pensé.
- Buenos, veamos. No hace falta que hablemos. Si no funciona, no funciona. Y listo.
- ¿Es tan fácil para vos? - las mil palabras se descuartizaban en humedales oculares. No esto de nuevo, pensé.
- No, no es fácil. Se me viene un sentido de practicidad en estos casos, en estas deliciosas oportunidades. No va, listo. El motivo, ¿acaso importa? Que la ideología política, que el compañero de universidad, que tu prima, que el vaticano, los cigarrillos, el pan de ayer, la mugre en las uñas. No importa. No importa. No impor...
- Si que importa, si me queres, importa.
- Eso es otro tema. 
- Sos un pelotudo.
- También es otro tema.
- No te soporto. No entiendo cómo estuve este tiempo acá, en qué momento habré pensado que esto estaba bien. A ver, seguí, seguí explicando. - ya relajada, o resignada, nunca supe leer esas cosas en la gente.
- Marx lo definía así: 
- Ahora vas a marx. Sos la peor decisión que pude haber tomado.
- Así lo definía: el fetichismo de la mercancía produce la imposibilidad ver reflejado en un producto el trabajo de, bueno, los trabajadores, estableciendo así una relación de consumidor y elemento de consumo, borrando el creador de todo el asunto.
- ¿Y?
- Bueno, marx lo pensó para hablar del capitalismo, yo lo comparo con esto que nos pasa. Por más explicaciones que podamos encontrar, la decisión está tomada, el producto está hecho.
- Ya no te entiendo, - apenada, sí, apenada era la forma en la que se la veía, ahí, desnuda, cubierta por una sábana que solía ser blanca, sentada en la cama, refregándose la sien derecha con movimientos circulares desde las yemas de sus dedos.
- Bueno, nunca fui bueno para estas cosas.
- ...
- A veces no sé si he sido bueno en algo.