sábado, 15 de junio de 2013

Habitación disponible

Si es de noche, otoño, Buenos Aires, llueve y uno no puede captar la magia o la poesía del momento, bueno, estás muerto. Hay algo de vos adentro que no sirve, algo que falla, que no te permite más. Esto también sucede con otros rubros, como cuando acaricias un seno virgen y no te da escalofríos o te sensibiliza. O como cuando no subís el volumen al instante que se reproduce tu canción favorita.
Bueno, era de noche, otoño, Buenos Aires y llovía. Divisé el letrero de “Habitación dispoible”. Asumí que refería a una habitación disponible pero algún corto circuito o unos focos quemados no permitían que la letra n se luciera. Ya había estado en ese lugar antes, hacía tiempo. Sin embargo, la hostería parecía detenida, como si la hubiesen construido así. Anteriormente, concurrí con prostitutas de minifaldas opacas que ya no tenían el vigor en sus movimientos o el brillo de esperanza en los ojos. Y el hecho de haber asistido en varias oportunidades, me daban la seguridad de conocer ciertos rincones de aquel motel cerca de la autopista. En lo único que podía pensar era en ese cobertizo abandonado, un tanto alejado, que juntaba telarañas en las bisagras de su puerta y tierra en el picaporte, olvidado, como un bunker de la segunda guerra mundial.
El parabrisas del auto totalmente empañado por calor humano y cigarrillos que se entorpecían en el breve cenicero debajo del equipo de audio. El tipo seguía inconsciente, volcado sobre el asiento trasero, cubierto por una manta marrón que, vaya a saberse por qué, yacía olvidada en el baúl, como abrigando a la rueda de auxilio, desde siempre.
Estacioné y apagué las luces. Me dirigí a la recepción para solicitar un lugar donde pasar las horas. Las manos frías me transpiraban y portaba el aroma del humo de tabaco como si hubiese nacido con el. Una chica joven, rubia, de tetas turgentes, sentía perder la vida más allá del escritorio, más allá de la computadora gris que acumulaba tierra y fotos de veranos felices, toda rodeada de tazas sucias de horribles colores. Casi sin gesticular, usando los mínimos movimientos necesarios, me alcanzó un juego de llaves y me preguntó si desayunaría en el lugar. Contesté que no, que antes de las ocho de la mañana me retiraría. Aboné por adelantado y dejé una mísera propina en un tarro de plástico, en un rincón del mostrador.
La iluminación deficiente y la individualización de los asuntos de cada quién, me permitieron desplazamientos libres sin preocupaciones. Tomé al tipo por los hombros y lo conduje, casi arrastrándolo, al cuadrado donde una cama, una mesa de luz chueca, un baño y unas cortinas desde el techo hasta el piso, se conjugaban creando el cuadro naturalista de la habitación. El tipo quedó tendido sobre un piso de alfombras gastadas, que alguna vez supieron lucir un espléndido color rubí.
En resumidas cuentas, ahí estábamos, el tipo y yo, acompañados por una pregunta: ¿qué harías si pudieras matar a alguien sin repercusión alguna?
Me refiero a que nadie se entere, ningún peso de la ley, de la moral, la ética. Ningún reportero haciendo camping en la puerta de la casa. Ninguna revista alimentándose meses con los artículos sobre qué comía los domingos o qué películas miraba el asesino. Nada. La cuestión es tener la decisión, el poder o, como Foucault le gustaba decir, ejercer el poder. Tomar una vida. Ser dios un instante. Respiré. Digo que respiré por una convención de que si uno respira es porque está vivo. No sé bien si yo estaba respirando, si estaba agitado o si simplemente había dejado de inhalar y exhalar aire. Sólo sentía mi corazón latir no tan repetitivo como profundo, como retumbando, impulsando sangre con todas las fuerzas, dejando, bueno, la vida en cada palpitar. También sentía cómo el mango de la pistola glock se volvía más tibio en mi mano.
El peso de un arma cargada y con un silenciador, es incomparable. Uno siente una fuerza objetiva que puede llegar a molestar a medida que el tiempo pasa. Pero, al mismo tiempo, está el peso del destino, de aquel receptor de la bala, del tipo que está en el piso sobre la alfombra, desmayado, como cuando lo encontré detrás de esos tachos de basuras de la ciudad, por la zona de Parque Patricios. ¿Tenía familia? ¿Habrá sido feliz? ¿Cómo se llamaba? ¿Cuándo dio su último beso? ¿Qué comió ayer? ¿Por qué él? Las preguntas pesaban tanto más que las balas.
Deambulé por la habitación. La luz del velador únicamente encendida. Afuera el mundo se debatía en si mismo y parecía que iba a perder. Claro, prendí un cigarrillo. Por un instante, el sonido del fósforo raspando la lija de la caja fue lo único que podría escucharse en la vida, lo único necesario. Sentí que el tipo se movió pero no era cierto. Los juegos mentales, las sombras que se proyectan en la nada misma y esas cortinas detestables, me estaban jugando una mala pasada.
¿Podría quitar una vida?
Apreté el gatillo, apreté los ojos. Sin embargo, el haz de luz librado en la tempestad de la noche encerrada en la habitación, penetró por las pequeñas hendijas de mis ojos, produciendo una especie de flash fotográfico. El cigarrillo rebotó en la alfombra dos veces antes de quedarse quieto y consumirse.

Informe policial.
La señorita Laura Mariel Quiñones, argentina, de estado civil soltera, de veintitrés años de edad, empleada, que sabe leer y escribir, ha escuchado sus derechos y garantías. También se le informa que cualquier información maliciosa, no fidedigna o falsa, conllevarían cuestas judiciales, gravámenes y privación legítima de la libertad. Cuando se le pregunta si entiende lo anterior, afirma que si y declara: que no conoce al involucrado, que no escuchó disparo alguno o discusión previa, que ella lo atendió al llegar y que el sujeto portaba síntomas de ebriedad, por lo tanto ella sólo se limitó a darle un manojo de llaves y acompañarlo hasta la habitación donde el sujeto dio unos pasos hasta desplomarse sobre la alfombra. Que ella intentó ayudarlo pero el individuo tornó su conducta agresiva, insultándola y gritándole que se vaya. Que ella lo dejó solo en la habitación y se dirigió a su puesto de trabajo en la recepción de la hostería.
Habiendo sido testigo de la causa, informa que el cuerpo del sujeto se encontraba sin vida, tumbado sobre la alfombra, cerca de la cama y de un atado de cigarrillos.
Queda a disposición de la justicia una pistola glock con silenciador cargada con nueve balas calibre .45, una vaina de bala del mismo calibre, un vehículo perteneciente a la víctima, una billetera con trescientos cuarenta y ocho pesos argentinos y documentación del individuo afectado.
Con esta información y las pericias policiales, se sustenta la hipótesis de un suicidio premeditado.
La señorita Laura Mariel Quiñones deja sus datos de contacto y firma conforme.


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Gracias, Humberto, por el título.
Claro, no menos, también gracias por los ánimos, las ideas y por hacerme sentir como un par.

6 comentarios:

  1. No se si la palabra adecuada sea Bad Karma, pero algunas veces creer que una rubiecita de pechos turgentes es una mosquita muerta que desperdicia su vida en un motelucho sin nombre puede conllevar a un destino inesperado. Creo que algo de esto entienden los que suelen hospedarse en los Hiltons o Hyatts. Aprovecho también para advertir sobre el uso de carpas o casas rodantes. No suelen terminar bien quienes desean ahorrarse unos mangos o usan este tipo de refugios para estar en contacto con la naturaleza, sobre todo la humana. Abrazo!!

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    1. Lo último, lo de "sobre todo la humana", me pareció bestial, de otro planeta, barrilete cósmico. Me parece raro que no te tires algún relato más seguido, eh.
      Por otro lado, estoy notando que si lo que escribo no tiene alguna rubia, algunas tetas, alguna figura femenina que imaginar, no es un texto de nada. Por ello, es curioso notar cómo se mueven los personajes femeninos. Una vez escuché que lo único noble y la finalidad del hombre, es tener una mujer. O, como decía Foucault, qué ganas de apretar con una mina que tengo.
      Aclaro lo de la mina porque la vida sexual del francés era bastante experimental.
      Fuerte abrazo.

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    2. Se agradece y se tendrá presente el comentario. No conozco mucho de Foucalt, pero dudo que sea una cita de él :-) En cuanto a la finalidad del hombre, tal vez sea esa, lo que no queda claro es el tiempo o cuántas, tampoco si debe ser en forma continua, intermitente, de una a la vez o varias juntas. De ahí que la naturaleza del hombre sea un tanto confusa. Ni hablar de aquellos que prefieren a sus pares...PD: hay un director de cine, de la época del cine en ByN y sin sonido creo, que decía algo parecido a la presencia femenina. Sus películas básicamente eran de mujeres en trajes de baño.
      Abrazo!

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    3. Yo tampoco conozco de Foucault pero como yace muerto, no puede refutar lo que digo de él. Lo que una vez me contaron es que si uno se pregunta un "¿para qué?" sobre cada acción que hacemos, la respuesta final es la felicidad o ser feliz.
      Y, por otro lado, el tema de tiempo/cantidad y de las formas continuas/intermitentes, bueno, pienso que ahí está la vida, está uno "decidiendo".
      Sé muy poco de ese tipo de cine. ¿Tenés el nombre por casualidad del director, alguna película, actriz, actor, o algo para buscar?
      Se agradece de antemano.
      ¡Fuerte abrazo!

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  2. Hay un rumor de muerte en el ambiente, me parece, estamos todos un poco sensibilizados con esta mujerzuela que no respeta a nadie y que con todos 'se deja'.
    Una buena historia, oscura, como tiene que ser, en una habitación siempre disponible para que sucedan estas cosas. Es otoño, es casi de noche y probablemente mañana llueva.
    Un abrazo.
    HD

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    1. Algo que me olvidé de decir, es que esto lo empecé a escribir cuando hice tiempo en la estación de servicio, luego de bajarme del taxi. Siquiera, las primeras líneas, las escribí allí. Y que la idea surge desde lo conversado aquella noche. Me acuerdo de pensar la pregunta: ¿Matarías a alguien si lo pudieras hacer sin consecuencia alguna? Y es un abanico de posibilidades, es imaginarse con algún inocente, muriendo, muriendo uno también. Hay un libro de mi querido Alejandro Casona, una obra de teatro asumo que es. La barca sin pescador. Impresionante.
      "En una habitación siempre disponible". La respuesta.
      Gracias, nuevamente.
      Fuerte abrazo.

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