martes, 11 de junio de 2013

La luz del día

Estaba rodeado.
Él bien lo sabía. De nada valían sus armas, sus conocimientos en artes marciales, las horas de meditación, las películas de Jet Li o Van Damme que había visto.
Respiraba. Muy lento, muy fuerte. Como si el pecho se hundiera todo en cada exhalación. Como si se llenara de nuevo, luego, como el santuario de algún patrono que ofrezca trabajo, solución a causas urgentes o drogas sintéticas en los días claves.
Sudaba. Sudaba como una gacela corriendo por su vida en las praderas africanas. Sudaba en frío, con el cabello mojado por la transpiración y con una gota gorda que le daba escalofríos, recorriendo su columna vertical. Las ropas, también, húmedas y pegadas al cuerpo. El torso velludo parecía brillar por las gotas de sudor tal si fuera el oasis de algún desierto en cuentos didácticos.
Las manos temblaban y las miraba fijo para que dejen de operar esos involuntarios movimientos, mordiéndose las palabras para no retar a sus, bueno, propias extensiones.
Todo en la habitación parecía exaltarse, haciéndose hasta el mínimo detalle superlativo. El ventilador que giraba parecía detenerse en cada pestañeo. Las cortinas que fluían lentamente daban la sensación de seguir un patrón de baile. Las sombras parecían las tinieblas donde cualquier demonio podría hacer hogar. La luz del sol que entraba por la ínfima ventana era tan cálida como única, de un color dorado hecho particularmente para la ocasión.
Por momentos, el tipo se desesperaba. Chocaba contra las cuatro paredes, golpeaba la puerta despintada, deshacía la cama e insultaba al aire. También, se tranquilizaba. Se recostaba sobre las sábanas arrugadas, se sentaba en algún rincón, hojeaba un libro que nunca había leído pero que quedaba bien en la mesa de luz.
Por un instante no hizo nada. Todo fue proceso mental. Pensó. Estoy rodeado, se dijo. Afuera está la muerte, está el fin de todo, sólo soy yo y la habitación, este cuarto gris, se dijo. Ni un último abrazo, ni un último beso, ni un último te quiero, ni un último deseo, se dijo.
Todo estaba perdido. Morir a plena luz del día, con un sol capaz de sellar la paz en cualquier guerra activa, menos en esta.
Lentamente, abrió la puerta. El picaporte casi resbaló de su mano traspirada. Ni un cigarrillo, se dijo. Dio el primer paso y sintió frío.
Oh, la muerte, la democracia de la vida.
La escena, todo, es bastante similar al final de Juan Moreira. El gaucho agazapado, peleando hasta el último de los instantes, aferrándose a la vida más allá de si esta es justa o no con uno. Moreira sin balas, con un cuchillo, riñendo en los pasillos de un prostíbulo, mirando en cada hendija, en cada rincón abierto, la luz del día en el que iba a morir.
El tipo salió de la habitación. Se vistió sin demoras y partió hacia el shopping. Era domingo y ya había almorzado, no sabía qué más hacer. Pensó en mirar algunas vidrieras, caminar los siete pisos del lugar, quizás comprar alguna remera o una chomba. Tal vez invitaría a Josefina, una chica que frecuentaba hace poco. Si, la voy a llamar, se dijo. Pensó en invitarla a cenar a un patio de comidas enorme, como un zoológico gastronómico. Y, quién sabe, tal vez ir al cine, estaban dando una de acción, de autos que no paran por nada en el mundo como si acelerar fuera la única forma, la única manera de escapar.

6 comentarios:

  1. No le veo mucha pasta de Fuerza Elite al tipo. Esperemos que Josefina no sea de las que encaran, tanto sudor puede ser erótico hasta cierto punto, durante el fragor, no antes. Creo que lo mejor sería comprarse un split en cuotas y ver si la muerte se enfría en su cabeza. Curiosamente, hablando de películas de autos que no pueden parar, hoy vi un documental sobre Airton Senna, un piloto que no podía parar. Me impresionó el entierro, digno de un estadista. Pensaba: si lo honraron por ser tricampeón o por morir en una pista. Dudo que a Schumi los alemanes le confieran tal honor. Abrazo!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me corrijo - debería decir Ayrton...

      Eliminar
    2. Vi un documental también de ese tipo. Algo que me había llamado la atención es que, creo, alguien más murió en la prueba de esa carrera o en una carrera anterior. No recuerdo bien.
      Lo que dicen que tenía Senna era acordarse de Brasil. Eran un populachero que agitaba la bandera nacional cuando ganaba. Pero el pueblo se lo reconocía.
      Con respecto a lo otro, creo que en cierta medida muchos elegimos cómo morir a diario.
      Fuerte abrazo!

      Eliminar
  2. JAJAJA buen título del blog Dieguito! :)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Mili!
      Gracias por pasar. No sabía que estabas por estos lugares, también.
      Espero que te guste más el contenido. El título es sólo ilustrativo. Ese día tenía hambre.
      Besos.

      Eliminar
    2. jaja ah sisi, le doy el mismo uso que vos a mi blog, escribir jaja, solo que no lo uso tan seguido :s es un gran compañero de desahogo!

      Eliminar