El blazer rojo se comía
los hombros casi desnudos. La remera símil transparente, dejaba ver un corpiño
blanco, suave, contenedor de senos nuevos, breves, que aún recordaban las
primeras manos que los acariciaron, con dulzura, con violencia, con mordiscos incorrectos.
Frío. Brisas de aire que
sacudía las pocas hojas que le restaban a los árboles y a las guirnaldas de tela
que colgaban sobre sus cabezas. Las luces de colores destellaban agonía,
arrebatadas de su contexto natural del árbol de navidad.
Murmuraba. Él murmuraba.
Miraba a su entorno. Armaba, torpemente, un cigarro de marihuana. Escondía
elementos, bebía de un vaso de plástico. Casi no la miraba.
La música por poco se
podía percibir. No, no digo de forma audible, eso sí. Algo más. Como si
estuviese en el aire, rebotando como dientes de león, cargada de deseos. Sí,
algo así.
Violento fue el destello
del encendedor. Cientos de miles de años de las historia de la humanidad, la
lucha por el fuego, el ardor primordial, el soplo de la vida, resumido, todo,
en un breve y fútil chispazo. Los humos se confundieron. Las risas bailotearon,
graciosas, con el rocío de la noche.
Formaban parte del
paisaje. Fueron la pincelada necesaria del cuadro errático del bar.
Brillaban los ojos de
ella, redondos, grandes, casi verdes y profundos. No quitó su mirada de él en
ningún momento.
Y cedió un beso. Y las
manos de ella se encontraron detrás del cuello de él, el blazer rojo todo sobre
él. Y las manos de él se encontraron en la brevedad de su cintura, en el
pliegue final de su jean azul.
Y aún sigue de noche y
aún las guirnaldas bailan y aún las luces titilan y aún se puede percibir el
frío.
Y el continuo
espacio-tiempo prosiguió con su constante derrotero pueril. Pero ellos se
perdieron en esa mirada de ojos cerrados, de giros circulares del cuello, de
suaves caricias húmedas, creando su propio paralelo, su alternativa a la
vorágine de lo otro. Y ya no volvieron a ser los mismos que supieron ser al empezar.
Encendedor Bic $7, porro $12, pasión de juventud: Priceless. En cuanto a tu pregunta anterior se refería a su período de 13 a 16 años en la Argentina. Si no la escuchaste o recordás, que te la cuente él en la próxima reunión. Humberto es un Dadinho que se auto-salvó. Abrazo!
ResponderEliminarExacto. Vi el momento justo y fue muy particular, muy único.
EliminarSí, ahora me acordé. Creo que todos quedamos un tanto sorprendidos al respecto. Digo, el tipo es un polirrubro.
¡Fuerte abrazo!
Ha sido sòlo un aventòn, una mìnima palmadita y cediò su beso, hermoso por cierto!
ResponderEliminarBello relato de una mirada con ojos cerrados!
Abrazo!
PD: Algo de andar por esta casa suya me hace dar ganas de escribir otra vez.
Gracias. Gracias inalcanzables. Digo, no, no, no, no. Es mucho elogio esa pd. Una vez escuché o leí una frase de algún escritor o algún autor de algo, no recuerdo quién. Decía algo que prefería los agravios porque ante los elogios uno es indefenso, no puede hacer más nada. No, tampoco es para que me putee. Pero gracias.
EliminarPase cuando quieras, más que bienvenida.
Besos.