viernes, 10 de enero de 2014

Los árboles lloran

Ronroneó, convirtiéndose en un capullo acorazado pero débil, vulnerable, sobre mi hombro. Todavía recuerdo su piel, adiamantada, eterna, reposando allí, lejos, sobre los rincones rudimentarios de mi cuerpo.
Vertió una de sus piernas sobre las mías y la deslizó de arriba hacia abajo, lentamente. Mientras tanto, dí torpes manotazos por sobre la mesa de luz en busca del atado de cigarrillos. Cuando dí con ellos, posé uno sobre mis labios, lo encendí y pité. Una cortina de humo se confundía con los rayos de luz del televisor sordo que se hundía en el rincón de la habitación. Pensé en las guerras, en cómo cualquier discusión o interés desembocó en la lucha armada. De allí salté a contemplar las consecuencias de los combates, las mutilaciones, las familias desgarradas, hijos huérfanos, esposas viudas y me detuve un instante en las afecciones mentales que se producen. La psicosis, las pesadillas de medianoche, los tics nerviosos, las caras de los hombres que se han matado, los recuerdos de la guerra torturando todo el día, todos los días, haciendo de uno un esclavo pensando qué hubiera sido mejor si haber muerto allá o seguir atado a todo lo que sucedió, muerto pensando.
Se desprendió de ella un suave murmullo como hilo de miel acompañado de una sonrisa suya, tan suya, hacia dentro, guardada para sí. En ese instante su cuerpo se configuró enorme, pesado, para mí. Me molestó su calor, sus cabellos, sentí el irse cada uno de mis sentidos hasta quedar hecho un hueco, sosteniendo el nombre de alguien más en la boca, mordiéndolo una y otra vez, una y otra vez.

11 comentarios:

  1. Precioso texto Diego...y como el personaje, me quedé viendo la vida y pensaba que son esos momentos donde la vida pesa y te deja allí hundido como un hueco y mordiendo para no gritar.
    Me gustó mucho.

    Abrazo

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    1. Gracias, Magah. De veras aprecio que haya gustado. Y es eso justamente que quería trasmitir, más allá de los hechos, qué hacemos cuando la vida pesa, cuando, también, uno le pesa a la vida.
      Abrazo.

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  2. Que lo parió Diego! Si después de echarte uno te ponés así, ni quiero imaginar cuando viene la sequía! Pero tal vez, en favor de la guerra, justamente son momentos como estos los que realmente se valoran al máximo, sabiendo que tal vez puede ser el último. Abrazo!

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    1. Creo que una vez escuché o, entre nosotros, reflexioné que en esos treinta segundos después del clímax, es donde se acomoda la mayor percepción del ser, donde uno puede entender todo. Ahora bien, dependiendo de la performance, algunos prenden la tv, otros piden una hamburguesa, a veces, ambas.
      Un abrazo enorme!

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    2. Mi estimado Diego, el valor del climax está sobrevalorado. De ser así, cualquier adolescente pajero, tendría la capacidad reflexiva de un Hegel, Kant o hasta de Riquelme. Es más, entre nos, escuché decir que tanto varones como mujeres durante esos míticos 30 segundos, están pensando si dejaron la luz del auto prendida, le pusieron alarma, pago el ABL, etc. etc. Es más, por algo también se le llama "polvo" y no diamante, uranio enriquecido o Cáliz Sagrado...Abrazo!

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    3. Es que también debe de existir la predisposición de uno mismo. Si uno se acomoda a recibir el instante para llevarse el universo, lo hace. Ahora, si uno piensa en el fútbol de más tarde o, llegado el caso, el fantástico murmullo del ventilador o, lujo, aire acondicionado, bueno, hay quienes mueren por menos.
      Abrazo!

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  3. A veces también hay alguno que otro que hace un pegote en el piso volcando un vaso lleno de Coca-Cola, por torpe o porque sabe que otro va a limpiar el desastre. Porque alguien siempre se queda limpiando el desastre, ¿no?

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    1. Tomar una decisión consiste en dos cuestiones a la vez. La primera es, claro, tomar la decisión. La otra, es una consecuencia de la anterior pero que se produce en simultaneo. Es decir, tomar una decisión ocasiona la negación del resto de las opciones. Me refiero a que sólo es posible un destino y no varios, como algunos quisiéramos. Y es fatal, es triste tener la conciencia justa para apenarse en los posibles futuros que uno asesina, se asesina, a cada instante.
      Quiero decir que el que limpia llega después de cerrada la puerta, jamás se le conocen los rasgos.
      Adiós.

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    2. Permitime disentir en eso de que es posible un sólo destino, y no varios. Las cosas se forjan por voluntad, no por destino. Las cosas se construyen o se destruyen, pero siempre son rescatables. Y no voy a hacer poesía, pero si voy a decirte: es cierto que uno a veces elige, y puede elegir bien o mal, y entonces cometer errores. Pero andar por la vida así, a los portazos, y vomitarlo en papeles no es poético, es cobarde. Pero no te preocupes, que acá hablamos de cobarde a cobarde.

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    1. A veces nos toca, Humberto, a veces los golpes más suaves surten efecto al ser los menos esperados.
      Otro abrazo transcontinental.

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