Accionó la llave de la
luz. El foco redondo, poseído por un ventilador blanco y polvoriento, dio unos
primeros brincos de destellos sin encenderse por completo. Movió la palanca
hacia arriba y abajo, una y otra vez, hasta que el haz de luz bajo consumo brindó
verdad sobre la escena.
El cuerpo de un
desconocido yacía en el piso de su comedor. Las puertas estaban cerradas, la
ventanas también. Un charco de sangre se desprendía del tipo que portaba un
elegante sobretodo marrón y cabellos húmedos y peinados con el viento. Un
zapato se había separado del ser y se encontraba próximo a la heladera. Se
encontraba recostado sobre su lado izquierdo, con los brazos dispersos y saliva
endurecida en la comisura de sus labios entreabiertos.
El se acercó para
examinarlo, creyéndose envuelto en una broma o en un pésimo sueño. Notó la
mirada extraviada que apuntaba al modular donde guardaba las cacerolas. De
repente, en un rapto de lucidez y claridad, notó que el tipo que se tendía
sobre las cerámicas de su hogar era él mismo.
Dio unos pasos hacia
atrás, sobresaltado y aturdido. Notó que él (en el piso) llevaba una nota
doblada en su mano izquierda. Aún sin comprender lo que sucedía, la tomó.
Al desplegarla, vio su
letra cursiva dibujada a los apurones.
El foco redondo volvió a
titubear. El cuerpo desprendía calor y silencio desde el eco del suelo. La luz
se apagó y el lugar se volvió tinieblas.
Se acercó a la llave y
volvió a repetir el movimiento de arriba y abajo.
La luz volvió al foco
pero no así el cuerpo a la escena ni la sangre ni el zapato ni el tapado marrón
ni los cabellos húmedos al viento.
Taciturno y con los ojos hundidos
en el rostro, intentó leer la nota. Sin embargo, un fuerte dolor en la boca del
estómago lo aquejó, impidiéndole cualquier acción que no sea tomarse de la zona
apenada. Sin quererlo y, aún más, sin saberlo, comenzó a sangrar. Y lo hizo de
tal forma que sólo le quedó tenderse en el suelo, sobre su lado izquierdo.
En el acto, perdió el
zapato del pie derecho, el cual hizo carrera hasta la zona de la heladera.
Intentó nuevamente leer la nota que apretaba en su mano izquierda pero con sus
últimas fuerzas, volteó su rostro hacia la puerta de entrada para visualizar
quién se apremiaba a ingresar con el uso del manojo de llaves.
El foco redondo volvió a
titubear. Su cuerpo desprendía calor y silencio desde el eco del suelo. Perdió
la facultad de la vista, enfrentado al modular donde guardaba las cacerolas.
Apretó la nota en su mano hasta doblarla. La luz se apagó y el lugar se volvió
tinieblas.
Acabo de leer el blog de Humberto, a ver si le ponen un poco de onda, muchachos. Decí que estoy escuchando Soda. Por la nitidez de la narración el relato me dejó atribulado. Insisto, es hora de buscar editoriales. Si E.L. James logró un éxito indebido con su poronga "50 shades of grey", lo suyo, al ser argento, será más modesto, pero auguro que nada despreciable. Eso sí, más sexo, eso siempre vende...Abrazo!
ResponderEliminarSon etapas. Yo tenía ganas de escribir algo corto con alguien muerto. El resto fue solo atar cabos. Por otro lado, eso del sexo sí, garpa. No sé por qué pienso que el comprador de best seller compra aquello que no tiene, que le hace falta, que quiere pero que no sabe si quiere quererlo. Como que no hay poronga que le venga bien (argento y sexual). Así, hay cada best seller que mamita querida!
EliminarSí, es cierto. Debería sentarme a narrar algo copado para ir a presentar a editoriales. Es algo que me debo.
¡Gracias por los consejos! ¡Fuerte abrazo!
No se si "prepararía algo nuevo" porque tal vez escribirías algo para vender/agradar y probablemente sería distinto a lo que hacés.Probá con lo que ya tenés, editalo un poco, mejorá la sintáxis, etc y fijate. Me hiciste pensar con las razones por la cual uno lee. Será por eso que sólo leía Asimov/Bradley/Huxley de joven? Abrazo!
ResponderEliminarClaro, eso quiero hacer. Sentarme un día y arreglar algunos para presentar. Es de escribir por agradar se me dificulta mucho. Se me hace tedioso en un punto.
EliminarY con respecto a esos autores, son muy de la juventud. Cuando es imposible "volar", la literatura te da otra oportunidad.
¡Fuerte abrazo!