viernes, 7 de agosto de 2020

Fotografías II

Aquel día que llevabas una musculosa amarilla aunque luego refrescó y tuviste que ponerte un saco negro porque agosto en Buenos Aires, por la noche, traiciona; y yo estaba pasado de cerveza y con eso pude acercarme y decirte algo.
El domingo que te vi caminando con unos auriculares en San Telmo y jugaban Boca - River, y sentados en el Bar Británico te contaba que Sábato se acodaba por una mesa pegada sobre la ventana e imaginaba a un Castel deambulando por Parque Lezama. Que Sábato lo único bueno que había hecho era nacer en provincia y El Túnel, que todo lo demás que le adjudicábamos era un reflejo de nosotros mismos, de las cosas que hubiéramos querido que sean.
Una noche nublada sobre Avenida Cabildo esperando el 60.
Las hojas verdes que surfeaban sobre las aguas marrones de un delta agitado de lanchas que iban y venían, una tardecita primaveral. Las ganas de todos de escapar a Tigre que acumulamos día a día.
Una cerveza artesanal en uno de esos bares que parecen fractales como si todos fueran sacados de un cuadro de Pollock, una copia sobre otra copia.
El autito blanco o crema que se guardaba en un garage excepto esa noche que amaneció sin batería, rueda de auxilio y estéreo un fin de semana largo.      
La mañana que te vi lagrimear cuando masticabas que el mundo era una mierda y donde intenté decirte que no pero yo no estaba tan en desacuerdo.
La playa de Buzios que se hacía cada vez más chiquita conforme pasaban las horas y el olorcito a arroz con caldo de camarones y frijoles que vagaban por los pasillos.
Una tarde de otoño haciendo un TEG casero.
Los chocolates Block que cuando los mordías automáticamente los mirabas profundamente como si el mundo fueran vos y esa masa oscura y concluías que era lo mejor que le pasó a la humanidad.
Un octubre en Mar de Las Pampas, pateando unos medanos desteñidos y el viento que hacía ondular tu capucha, las medialunas que se llenaban de arena.
La vez que aprendí a hacer berenjenas al escabeche y pensábamos por qué no nos íbamos a vivir cerca de algunas montañitas y hacer comida en conserva para vender, quizás un pequeño restaurante con postres caseros y café con la cuenta.
Un Parque Nacional en el sur y los pies que se congelan en el agua clara.
La cámara de 35mm en el atardecer de Cartagena, vos parada sobre una muralla donde esclavos negros e indígenas tuvieron un primer contacto para poner piedra sobre piedra, transpirando uno sobre otro, la disentería que se pegaba como moscas a los cuerpos desnutridos.
Un auto que frena, al costado de la ruta donde el sol castigaba, una tarde de primavera en Mendoza, donde nos quedamos varados después de hacer rafting sobre un hilo de agua.
Aquella vez que, acostados en el pasto durante una noche de verano, te conté que las estrellas que vemos ya murieron y que nos llega la luz de lo que fueron por eso del tiempo que se demora a que la información viaje. ¿Qué es real? preguntaste. Aún no lo sabemos.
Los vasos que chocan en una cena familiar y los más chicos corren alrededor de la mesa y ríen.
Ese lunes por la mañana en Vuelta de Obligado al 3100 donde te vi por el retrovisor arrugando los labios y la mirada, al mismo tiempo que yo lo hacía, haciéndote cada vez más chiquita y estática.
La madrugada que pasé en Ezeiza con valijas negras intentando no quedarme dormido porque a veces dormir es despertar y viceversa.
Mis piernas cansadas y sin fuerzas bajando el Ajusco mientras una campera de algodón intentaba protegerme hasta donde podía de la llovizna y la noche que se cerraba.
Una pandemia.
Los mates amargos para uno, en un balcón sobre avenida Chapultepec.
Mi cara iluminada por la pantalla de una computadora un viernes por la noche, en la temporada de lluvia mexicana, escuchando las rollas que solíamos poner antes de irnos a dormir.

()

2 comentarios:

  1. Buenas fotografías.
    Algunas me pareció haberlas visto. Tal vez fue un deja vu.

    Agradezco tu pluma afilada.
    Abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Frodo, ¿qué tal? Cuando vi una pintura de Pollock pensé que era una porquería. Pero luego llegué al concepto del fractal y a la construcción de la naturaleza y, por qué no, del mismo universo bajo esa lógica. Las vidas no son ajenas a este principio. Abrazo.

      Eliminar