viernes, 17 de agosto de 2012

Concepciones

En una entrevista, a Alejandro Dolina le preguntan cuál es el significado de la vida, el por qué estamos acá. El genial periodista, radiolocutor, etcéteras indescriptibles, toma una copa, un vaso de algo y mira a una mesa ratona desgastada de ver personajes poco ilustres pasar por el artificial living del decorado canal de televisión. Piensa y habla. Primero cita a Santo Tomas de Aquino en una lujosa frase, luego responde. Dice que sospecha por dónde anda la respuesta, que no lo sabe a ciencia cierta pero estima que se encuentra cerca del amor, del acto físico de amar. Cierra su percepción indicando que en el momento de terminar el acto amoroso, esos segundos de gloria, uno se cree y se siente inmortal. Allí yace el significado de la vida.
Ella me pregunta, mientras tapa su delicado cuerpo con una fina sábana, cuál es el significado de la vida. Me paro y camino en líneas rectas por la habitación, mientras tanteo en los bolsillos de mi pantalón desparramado por el piso en busca de un atado de cigarrillos. Prendo uno y doy una honda pitada. Me siento en la punta de la cama, le brindo la espalda y deambulo entre diferentes cavilaciones que me abordan. Me recuesto en el desarmado lecho, irreconocible luego del proceso ya finalizado. Procedo a inspirar un poco más de humo de tabaco y le respondo citando a Dolina, que cita a Santo Tomas de Aquino y le digo que si me pregunta eso, la respuesta no la sé; empero, si no me lo preguntara, posiblemente encontraría y sabría la verdadera razón. Le aviso que sospecho sobre el significado, le pido disculpas por la falta de certezas. Indico que momentos, minutos atrás lo sabía, creía saber la respuesta sobre la pregunta que invade al hombre desde tiempos inmemorables. Cierro los ojos en la oscuridad de la habitación y ella se acerca, esperando algo más, unas palabras que marquen el camino a seguir para saber, para conocer. Así, con toda su atención, le susurro, le pregunto si le pido un remis, me demuestro preocupado por saber con qué medio se iba a ir.


Imagen de acá

2 comentarios:

  1. Ser culto tiene sus ventajas, se puede ser sinsonte y quedar bien.
    Jack Palance en cambio, como vaquero, en Cowboys de Ciudad, decía que era una sola cosa.

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    1. Estimado A. Torrante:
      Siempre uno es una sola cosa, más allá de los artilugios con los que uno se hace para aparentar ser otra. Me refiero a que por más, siquiera en mi caso, que intente repetir o actuar acorde a una aclamada manera de alguien más, inevitablemente llegaré a lo mío, a la desprolijidad y al desencanto propio.
      Es así o, acaso, ¿tú también, Brutus?
      Fuerte abrazo.

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