viernes, 7 de septiembre de 2012

Sobre estados

Se me habían acalambrado los dedos del pie izquierdo. Me dijeron que era común, que me iba a pasar en cuando 'pisara' el agua por primera vez. Es que hacia poco que comenzaba natación y todavía no había logrado acostumbrarme a la manera de patear, de las posiciones, de respirar, de dejar de tragar agua. Pero no podía hacerme a la idea de los calambres. Más allá de las diversas formas de elongación previa y posterior, siempre me inducia unos fuertes dolores, pinchazos, y rigideces musculares, principalmente en los pies.
Así me encontraba en el vestuario, luego de nadar, de hacerme uno con el agua, sentado después de la ducha, de intentar en vano retirar el aroma a cloro que se hacía mi perfume personal luego de cada sesión. Estaba sentado, entonces, en boxers, con la pierna izquierda cruzada sobre el la rodilla derecha, masajeando los frágiles dedos, extensiones finales del cuerpo. En un momento dado, otro de los que se estaba bañando, sale de la ducha para secarse frente a su bolso, sus pertenencias. Ya nos habíamos conocido por tener una conversación expedita, un 'qué tal', quizás un 'qué quilombo con el dólar'. Esto le dio pie a preguntar, a indaga sobre mi ritual.
-¿Qué haces? ¿Estás bien? - preguntó mientras se pasaba un toallón gastado por el medio de las bolas.
- Sí, estoy bien. Se me acalambraron los dedos, una cagada en verdad. - contesté a medida que persistía con el masaje, él con sus huevos. Luego, asintió arrugando la pera y arqueando las cejas. El vapor empañó los vidrios del vestuario y se escuchaba que desde afuera, desde la pileta, una nueva clase arrancaba.
-Siempre te va a pasar, eh. Mirá, yo vengo desde que soy un pibe y todavía me pasa. ¿Sabés cuántos años tengo yo? - preguntó mientras juntaba los dedos pulgar, indice y mayor de la mano derecha, en una comunión central, apuntándolos hacia arriba, acompañando esto con un movimiento ascendente y descendente de la misma mano.
- No, la verdad que no. - respondí ya que todavía no me había recibido de mentalista.
- Treinta y siete años tengo macho, treinta y siete. Nado desde que tengo cinco. Sí, ahora dejé un poco, viste cómo es esto. El laburo, la vida de casado. Y decí que todavía no tengo pibes sino, pff, ni te cuento. ¿Vos, locura? - y comenzó a vestirse. De ahí en más, la conversación fue más amena. Por más heterosexual que uno sea, las charlas en pelotas entre hombres no son de lo más delicioso que pueda ocurrir, bajo ninguna circunstancia, bajo ningún ámbito. Ciertamente, él parecía más jovén, de unos diez, doce años menos.
- Bueno, te mantenes bien, pareces más joven al decir verdad. Yo, no, yo tengo veintiuno. Sí, lo sé, estoy hecho mierda. - dije sin escrúpulos. A mí la vida me dio, lo que en la jerga recursohumanista se diría, competencias varias para diversas situaciones; sin embargo, le falto completar, tal vez, con características de la edad que debería de tener.
- ¡Eu! ¡Estás hecho bosta! ¿Mucha joda? - preguntó mientras reía.
- No, lo normal. No sé. - no quise ahondar en desprolijidades.
- Yo, mirá, me cuido en todo, por eso me mantengo así. Cero alcohol, cero trasnochar, comidas livianas, ejercicio y jamás un cigarrillo. ¿Entendes? Cero alcohol, cero cigarrillo, cero noche. Así estoy, eh. Vos lo dijiste, estoy hecho un pibe.
- Sí, capté. Cero alcohol, cero cigarrillo y cero noche. - reafirmé mientras entornaba los ojos para pensar, yo pensaba qué había detrás de todo esto, alguna trampa, algo que yo no estaba entendiendo.
- También cuidarse con las comidas, eh. Nada por arriba de dos mil doscientas calorías por día. Nada. Bueno, tal vez, una vez por mes, me compro un salamín pero como la mitad, nada más. Hay que saber controlarse.
- Cero alcohol, cero cigarrillo, cero noche y cuidarse con las comidas. - había llegado al punto de parecer autista.
- Bueno, fierita, me voy yendo. Que sigas bien. - se despidió con un agitado apretón de manos para luego darse paso entre el vapor del vestuario y retirarse.
Terminé de envolver la ropa mojada en bolsas y más bolsas para acomodarla, después, en la mochila. Tenía que entrar a trabajar pero no podía quitar de mis pensamientos los condicionantes que se autoinfligía el nadador amateur. La frase, el resumen de su vida, 'cero alcohol, cero cigarrillo, cero noche y cuidarse con las comidas', me acompañó hasta la pizzería. No sentía mucha hambre y pedí dos porciones de muzzarella. Tomé, en el mismo mostrador que oficiaba de mesa para varios, una servilleta y comencé a escribir la frase. La repetí y la repetí hasta las limitaciones del pedazo de papel.
Medité. Pensé en la frase mientras terminaba los últimos sorbos de una cerveza negra y jugaba con un carozo desnudo en la boca. Miré la frase escrita centenares de veces, en diferentes letras y tamaños. Tomé una decisión. Sentí que era lo correcto. Pedí una porción de fugazzeta rellena para llevar, para comerla en el trabajo. Lo hice así para darme tiempo, para caminar, para prenderme un cigarrillo antes de llegar a la oficina.

6 comentarios:

  1. No voy a andar con vueltas, Diego.
    Tenés una forma muy buena de relatar, hay en vos algo que yo, con más de 12 años viviendo en Argentina, no consigo: hacer creíble un personaje porteño. Ya no lo busco más, por cierto. Pero no se queda todo en el estilo, sino en el registro que manejás en el texto, es muy bueno el no decir que se esconde detrás de los diálogos, eso no es fácil lograrlo.
    Por último, tenés todas las herramientas para ser un escritor de textos más extensos, creo que el blog en algún momento (por suerte) te va a quedar chico.
    Como no me gusta andar tirando tantas flores, no porque no las merezcas, sino porque soy medio parco para ello, me voy retirando.
    Hay como tres mil tipos que pasan por mi blog y me confunde, espero no olvidarme de pasar por acá cada tanto.
    Un abrazo.
    HD

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    1. Bueno, Humberto, ante todo agradezco y aprecio el tiempo que has dedicado tanto para leer como para comentar.
      Tus palabras son de un diestro aliento para mí, una reafirmación de que voy, digamos, bien.
      Sinceramente, pensé mucho qué contestarte y lo único que me vino a la mente fue una frase, un dicho de no recuerdo quién. Rezaba algo así como 'no existe defensa alguna contra los elogios' y quisiera sumar que muchos menos en esta situación, proviniendo de un grande como usted, Humberto.
      Muchas gracias.
      Fuerte abrazo.

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  2. Un texto hermosamente escrito
    Se te vislumbra increible
    Saludos

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    1. Aprecio de sobremanera su halago y espero de agraderle lo suficiente como para reencontrarla por aquí, por allá.
      Francamente, espero no decepcionarla.
      Fuerte abrazo.

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  3. Buenísimo Diego! La verdad una pinturita. Genial retrato de vestuario varonil. Yo tengo 52 y me dan 48 y de lo único que me cuido es de cruzar con el semáforo en verde, bah, según la hora, porque viste que en el GBA, el rojo es para los turistas después de las 23.00 y digo 23.00 para parecer que tengo algo de noche...porque en realidad a las once ya me dormí..:-)
    Y ya sé que voy a cenar esta noche...Pizza, birra y faso!

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    1. Bueno, Ato, es cuestión que pasa, que nos pasa.
      A veces, es mejor cuidarse de recordar cuidarse. Puede arruinar momentos o, en un plano más íntimo, puede salvarlos. Como siempre, todo depende.
      Gran combinación la cena, espero acompañarte con el menú, siquiera a la distancia.
      Fuerte abrazo.

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