lunes, 8 de octubre de 2012

La continuidad de los hombres

Manuel sintió el tirón en el hombro izquierdo. Es una de esas sensaciones que duran un santiamén pero que son como la antesala de algo que seguiría ocurriendo, que uno sabe que sólo puede empeorar. Fue en el último revés, pensó. Manuel tuvo que pedir parar el partido de tenis que estaba disputando con un representante de una importante empresa con la cual se debía cerrar un contrato más que millonario. Por ello, él, Manuel, había invitado a esta persona, un alargado personaje que lucía trajes caros y aroma a cigarrillos importados, a su casa de fin de semana, en las cercanías de Pilar.
Levantó la mano derecha, la cual sostenía la raqueta que le costó una fortuna, un vuelto para él. Me tiró el brazo, creo que es serio, le refirió al representante de la empresa. Si bien Manuel podría haber seguido jugando un poco más, tomó esta oportunidad para seguir hablando del negocio, de cómo le convendría a las partes esta oportunidad y las diferentes maniobras que él podría hacer para quedarse con un vuelto, disfrazar números y evitar sistemas impositivos. Manuel sabía del negocio. Desde niño, fue criado en un entorno de transacciones, casi concebido en la bolsa de Buenos Aires y acompañado por una sabiduría que promulgaba que los sueños, los anhelos, no sirven de nada, que era mejor ponerse metas, objetivos y entrar a la realidad. 'Este juego de la vida sólo lo ganan los verdaderos jugadores, aquellos que temen son suicidas potenciales' decía en varias reuniones para impresionar, para dar a entender que no le tenía respeto a ciertas palabras porque él, Manuel, dominaba.
Estudió en una universidad privada sobre las artes de las evasiones y sobre cómo vivir sin culpa, 'despersonalización' le llamaban sus profesores. Hizo pasantías en el gobierno y trabajó unos años en una secretaría de economía, de tal manera logró conocimientos sobre el control de las operaciones que el estado realiza sobre las finanzas. Durante ese tiempo, tuvo que morderse los labios más de una vez ante superiores que pregonaban un intenso control sobre el librecambio, sobre los diferentes mercados y la regularización de los mismos por parte de las instituciones sociales. Por suerte, Manuel pudo conseguir una posición en una empresa norteamericana que, con un manejo del offshoring, introdujo el teletrabajo en el país con el fin de abaratar costos. Así, con sus conocimientos, Manuel hizo posible el ahorro de millones de dolares para esta organización y le dieron la posibilidad de profundizar sus estudios en la escuela de Chicago, where the future begins.
Apoyado sobre la red, Manuel invitó al representante a dirigirse al quincho, a descansar, tomar algo. Mientras, el dolor del hombro se profundizaba con la entrada en frío del cuerpo, luego del ejercicio. Manuel lamentó ello porque sabía que esa semana que recién comenzaba no iba a ser fácil. Había prometido ir con su flamante prometida unos días a Punta del Este. Tenían una casa allí donde el patio era de arena y mar, de brisa y lunas llenas. Iba a hacer unas remodelaciones, le gustaba dedicarse a los detalles, pero así, como estaba, pensó que no podrá hacer mucho y que el viaje iba a ser una perdida de tiempo porque otros negocios estaban en puerta y eran interesantes para hacer. Es que Manuel había aprendido que sin desafíos estamos muertos, que la pasividad y la tranquilidad es una de las formas de morir menos agraciadas de la humanidad.
Entre tanto que tomaban un aperitivo, Manuel pidió a uno de sus empleados que le mostrara el camino al baño al embajador de la empresa, mientras mandaba a llamar a otro empleado, en este caso pidió por Verenice. Hace tiempo mantenían uno de esos amores que jamás suceden, donde las promesas de abandono de esposas, de casa nueva en otro país, de que mañana será el día donde se comenzará con la nueva vida pululaban entre besos de los más recónditos y caricias obscenas en silencio, en la enorme casa de Pilar. Verenice se acercó portando besos de los más suaves y un amor incondicional hacia aquel que pensaba en cómo cerrar el trato. Manuel, todavía sentado, la abrazó por la cintura y besó su vientre mientras Verenice reía y pedía que pare sin desearlo, sin quererlo. Luego, entendiendo la situación como sólo la omnipresencia podría delatarlo, comenzó a masajear el hombro maltrecho de Manuel, combinando ello con suaves roces de sus labios por la transpirada nuca de él. Finalmente, el refinado artista de los negocios, le pidió a su empleada, a su amante, que se retirara antes de que llegue el invitado. Le dio un suave golpe por sobre el pliegue de la rodilla izquierda, en un muslo desnudo que había sido suyo hace unas horas atrás.
Al volver del baño, el representante, comenzó a hablar con Manuel sobre su estadía, de cómo le había encantado Buenos Aires y que le parecía pertinente forjar un trato con él, con su empresa, le gustó el termino offshoring. Manuel comenzó a sentirse mal, mientras veía modular palabras de la boca del interlocutor como desde un sueño, como cuando el malestar llega para entornar los párpados y humedecer la visión, como si miráramos desde abajo del agua al sol, borroso, diferente.
El representante siguió y siguió hablando. Reía también y se prendió un cigarrillo arabe, extraño. Y Manuel se pasaba las manos por sobre los parpados. Con su mano izquierda sosteniendo el tronco del cuerpo desde el muslo del mismo lado, apretaba sus globos oculares con las yemas de los índice y pulgar, intentando recuperarse. Pensaba en Verenice y las ganas de abrazarla, en su esposa también y en que tenía que correr unos muebles de la casa de Punta del Este para el ágape que haría luego de cerrar el trato. Se mareó un poco más y sintió el humo de la boca del embajador, que reía con las piernas cruzadas haciendo balancear una lujosa copa entre sus manos, antes de renovar el dolor en el hombro y desplomarse, desmayado, sobre el piso del patio, debajo de una sombrilla blanca y amarilla. El sol brillaba y se escucharon los pasos de Verenice que corría nerviosamente sin saber qué hacer.
Cuando Manuel se despertó, se quitó unas pobres y rotas sábanas que nunca fueron sábanas pero siquiera abrigaban. Tomó una bocanada de aire, la primera del día consciente, y sintió nuevamente el humo espeso que le entraba por su boca y recorría su cuerpo. Se volvió a marear pero esta vez se reincorporó y se sentó sobre sus aposentos. El dolor sobre el hombro hizo que se despertara y comenzó a masajearselo, mientras pensaba en las tareas que tenía que realizar en el día. Maldijo la realidad por un momento y su incapacidad para soñar, para anhelar. Él siempre sostuvo la necesidad de ponerse metas, objetivos, de caer en la realidad pero, a veces, no podía siquiera enfrentar a la misma. Renovadas ráfagas de humo espeso de las fábricas se mezclaban con el sol que quemaba sobre la ardiente chapa, que oficiaba de techo, produciendo un efecto invernadero sobre la descuidada casilla. Manuel empezaba el día traspirando, con el hombro fatigado y con no más comida que una lata de arvejas por la mitad de la noche anterior. Salió hacia el patio compartido del asentamiento para acomodar su carro y abrazar a su perro. Manuel salió para contar los cartones que poseía, sus ahorros. Manuel salió para saber sí ese día iba a ser posible comer o no.


Imagen de acá

3 comentarios:

  1. Realmente brillante Diego! Se nota que ahora que sos mayor has madurado! Me imagino que algo así habrá soñado en algún momento Aristotle, el millonario, no el filósofo. El de tu cuento no lo va a lograr, es demasiado bueno, comparte la poca comida que tiene con su perro. El potencial millonario, ya se lo hubiese comido. Abrazo!

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    1. Y, ahora, Ato, la cosa cambió. Con veintidós no me puedo hacer el puber.
      Admito que tuve que buscar por ese Aristoteles, macanudo al parecer. Continuando con ello, sí, es sabido que cada uno tiene una esencia, algo que nos hace y nos forja por más cambios que afrontemos. No digo que un pibe nace chorro sino que somos algo más que, a veces, ni siquiera conocemos. El salto del perro sobre los muslos mientras mueve la cola, no tiene precio alguno.
      Fuerte abrazo!

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  2. El destino, en mi humilde opinión, es una mezcla de suerte, trabajo, coraje y sabias elecciones.

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