martes, 29 de mayo de 2012

Episodio

Las reuniones, últimamente, me molestan. No todas sino esas de compromisos, reuniones que te invitan y hay que ser un decorado más, infaltable, en esa grotesca pintura social. De esos rejuntes que se asemejan más al Guernica que a otra cosa. La cosa es que fui solo, sabía que me encontraría con ellos allá; también sabía que iban a existir esos pequeños canapés durante toda la velada, que el alcohol iba a abundar bajando, así, su calidad. Vivimos apurados, tan deprisa que se reinventan formas de embriagarse lo más pronto posible. Chicas que dejan de comer y fuman mucho con un vaso en la mano, muchachos fornidos ingiriendo todo líquido que pase por delante de sus narices, percutiendo juegos didácticos amoldados por la psicopedadogía para poder tomar rápido y con escusas, como disculpándose con uno mismo.
El lugar fue en un departamento, amplio, bien decorado, paredes pintadas con colores pastel. Cortinas de humo daban la bienvenida a cada habitación, ocupada por diferentes individuos que se conocían de vista, de haber compartido un gesto, una sonrisa. Eso es que lo a veces me inquietaba. No conocía a nadie en sí pero conoces a todos. Simulábamos a ser amigos, compañeros de la vida. Contarnos proyectos, historias, fracasos como Freud se lo contó en su momento a Jung, algo así.
Decidí escaparme, escabullirme sin saludar, como el más cobarde. No recuerdo la hora, sé que paso un tiempo prudente. Había perdido a aquellos con los cuales había arribado, no veía impedimentos para retrasar mi salida. Y acá siempre pasa lo mismo. Más cliché. No, chiclets no; me refiero a eso que se usa, reusa y se vuelve a usar. Como en las películas, en las comedias románticas. Siempre esta la chica que nadie quiere, enamorada de uno que más vale perderlo que encontrarlo y, de repente, llega otro que siempre estuvo enamorada de ella y, problemas y berrinches de por medio, terminan juntos. Nos están cagando arriba de un poste con este asunto de las películas, ¿viste? Pero nosotros vamos y colmamos salas, se las encargamos al muchacho que las piratea para pasarlas a buscar la semana entrante, invitamos y nos dejamos invitar para presenciar una secuencia de hechos que conocemos. En fin, como le decía, me paso lo mismo. Para que nos entendamos un poco más, ¿nunca le paso, después de ver The Truman Show, de pensar, sentir, percibir que alguien lo seguía, que tal vez estaba siendo filmado, controlado, manejado o algo similar? ¿Eso de que tu destino estaba escrito? Digo, para seguir en corriente a lo de las películas. Sí, es una boludes de la puta madre pero alguna vez lo pensamos, es así. En realidad, pasa algo parecido, somos como actores dentro de nuestra propia obra de teatro. También somos el director y, en el peor de los casos, el espectador.
Pero, más allá, me estaba yendo, había tomado mi saco y lo deposite en el pliegue de mi brazo derecho cuando siento que me roza la mano izquierda mientras caminaba. Me pidió fuego y que la ayude a escapar de ahí. Bajamos por las escaleras porque es divertido hacerlo y más de noche. En un descanso, a mitad de camino, me pregunto con la mirada si besaba bien. Creo haberle contestado con palabras que el gusto a cigarrillo hacía contraste con la suavidad de sus labios. No me pregunto cómo me llamaba, de qué signo era, qué hacia de mi vida y por qué era tan infeliz haciéndolo. Solo pidió fuego, un poco de calor y una escapatoria.
Continuo. Llegamos al palier, inundado por una especie de neblina que acompañaba al amanecer. Con la escasa luminosidad y el silencio entrecortado, parecía un sueño o un set de filmación. Me pidió que cerrara los ojos y que apoye mi espalda sobre una columna, cerca de las escaleras. Simplemente se arrodillo y arrebato al cinto de la tarea que estaba ocupando. El placer del momento fue increíble, le digo. No quiero escatimar en adjetivos pero me gustaría ser un poco más prudente. Solo que quede registrado que fue magnánimo, un acto absolutamente egoísta capaz de repeler, tal como sucedió, toda moral o vergüenza. Usted me entenderá, ¿no hizo nunca alguna picardía por amor? ¿Acaso sus deseos carnales desataron al animal, relegando a la condición humana a un segundo plano?
¿Si la reconocería al verla? No estoy seguro, sacada de contexto no creo poder encontrarla. Todo fue muy único, realmente sui géneris. Estaba perdido, rebosaba de placer y fue ahí donde perdí el conocimiento.
Le repito, oficial, no vi quién era el otro. Sentí el golpe entre la nuca y la oreja izquierda. Cuando me despertó un vecino, me dijo que acudió a mi socorro porque sintió el golpe de mi cuerpo contra la crudeza del mármol, como si un auto se hubiese incrustado en el edificio. Para mí, que lo último que percibí fue el ruido antes de perder mi conciencia, el sonido se sintió como cuando los sueños se caen, como cuando un barco de madera golpea ante la solidez de las rocas rompeolas.
Se llevaron mi billetera, el teléfono y las llaves del auto. No, no tengo más que declarar, oficial, gracias por su tiempo.


3 comentarios:

  1. Me alegra de sobremanera saber que le ha gustado lo suficiente como para tomarse el tiempo de ingresar acá, leer y comentar.
    Muchas gracias.

    ResponderEliminar