sábado, 19 de mayo de 2012

Estación

Buenos Aires, a veces, es cruel.  Llueve, se interrumpe, sale el sol, humedad siempre presente.
Se contradice también.  Tiene sus cosas.  Pero es incomprendida, por eso hace lo que se le canta, es un llamado de atención.
Anoche, frío y leve llovizna.  Todo el día gris, bien gris. El sol brilló por su ausencia.  Claro, era de noche. Y los vi, ahí, estaban ahí nomas.  Los sentí cerca.  Por supuesto que no los conozco pero no dudo en que fui ellos en algún momento atrás.
No me vieron, no servía que me vieran.  ¿Para qué notar que estaba allí?  No importaba, daba igual. Como ese todo que pasa mientra nosotros vivimos, no sabemos acerca de todo pero igual vivimos. Y, así, ellos estaban.
Tal vez tenían miles de problemas, habían discutido y recién se estaban arreglando. Él la quiso dejar. Venía con la idea desde la casa, masticando el diálogo hace semanas. La quería, no cabía dudas, pero no era para él. No lo sentía así. Esas promesas que hizo, que se hicieron, no modificaban su decisión. Se veía, a futuro, solo. Su trabajo, su casa, su perro, su comida para uno. No quería hacerle mal pero era así. Dar malas noticias no era su fuerte y, más aún, cuando la quería. Su mirada, perdida en el horizonte, preguntándose cómo lo podría hacer, no se podía resistir, al verla, de darle un beso, acariciarle el pelo, rodearla con sus brazos, no podía, la quería.
El viento soplo tomándolos por sorpresa.  La vi cuando estaba acomodándose un mechón que el viento le quiso robar. Tenía dos ojos, con ellos miraba. Pero era la mirada más linda, con parpados que se cierran despacio, con ojos que te miran hasta el fin. Poca pintura en su cara, parada sobre el cordón de la vereda, tomándolo por el cuello a él a quien amaba. No le importaba el frío, el frizz, la humedad, la espera, todo se había arreglado. Habían discutido la semana pasada, no hablaron hasta hoy. Ella lloro al verlo. Todo lo malo que pensó sobre el desapareció cuando perdió el brillo de sus labios en el más tierno beso que jamás le habían dado.
Y vi como ella lo abrazaba. Con los dos brazos, sin guardarse nada. Él preocupado en otra cosa, en su futuro, mirando por encima del hombro de ella, parado en la calle, esquivando el agua que acompaña a los cordones.
El semáforo decidió cambiar su estado de animo y avance. Ellos se quedaron, ahí, como adornos, como la foto perfecta de una situación que pasa desapercibida. Como ese todo que pasa mientra nosotros vivimos, no sabemos acerca de todo pero igual vivimos. Y, así, ellos quedaron.

A veces, esta bueno esperar el bondi.


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