miércoles, 8 de agosto de 2012

Circunstancias

Dentro del antiguo territorio perteneciente a la corona de Aragón, precisamente el que suscribe a la parte de la actual España, nunca pasó nada harto interesante que pueda inscribirse dentro de los anales de la historia como hechos y sucesos capaces de voltear el rumbo de esta carrera de go karts que es la humanidad.
Sin embargo, se encuentra la historia del rey Cipriano de Aragón y de sus dos hijos mellizos. Desde el momento que el rey supo de la existencia de dos criaturas, imagino el suplicio que sería llegada la hora de transferir su legado. El rey Cipriano tenía razones para temer. Su primo Jávit, quien precedía un principado en tierras austrohúngaras, había sido padre de mellizos años atrás y, resumiendo, vivió con gran pesar frente a las constantes disputas que sus hijos mantenían por el trono las cuales, finalmente, condujeron al peor de los desenlaces, acabando con la vida de uno de ellos y al destierro del otro.
Cipriano decidió, reprobando los augurios y recomendaciones de sus consejeros, educar a los hermanos en distintos principados dentro del territorio, enseñarles diferentes lenguas, evitar que se encuentren en los primeros años de la vida, distanciarlos uno del otro, enviándolos a diferentes puntos del territorio. El rey Cipriano estaba convencido de que, con esta implementación, los hermanos crecerían en un entorno que no les impartiera competencia entre ellos, que, formados dentro de escuelas teóricas de civilización y adoctrinamiento católico, los hermanos llevarían un legado inspirado en la fraternidad y los buenos usos y costumbres una vez que sean reunidos para gobernar. Sin embargo, Cipriano pidió, directamente, a las nodrizas de sus hijos que ellos nunca se enteraran que tienen una contraparte, es decir, un hermano idéntico hasta que el rey se acerque al lecho de su muerte. Una vez solicitado esto, el rey dio nombre a los pequeños y los despidió con un beso en la frente a cada uno. Además, les depositó, en las respectivas vestiduras que cuidaban los cuerpos de los príncipes recién nacidos, una moneda acuñada especialmente para el evento. Dicho obra llevaba impresa la cara del rey, su perfil; mientras, en la parte posterior, rezaba la frase Alea iacta est. Uno de los niños partió hacia territorios donde, hoy en día, se creen que están los restos del apóstol Santiago. El otro, fue retirado a la zona francesa, cerca del actual Lyon.
Los años pasaron con el rítmico paso de los años. Hubo guerras, ampliación de territorios, prosperidad. Los niños fueron jóvenes, luego adultos. Aprendieron latín, francés, italiano y español. Fueron educados en las artes de la guerra, en la táctica en el campo de batalla, en la conducción de flotas a través de los mares con el método astronómico; luego, también, aprendieron a usar la espada, la pica, el escudo, los caballos acorazados, el arco y la flecha. Subsumidos dentro de la religión católica, profetizaban con sus actos la desinteresada ayuda al prójimo. Defendieron pueblos, localías, pequeños principados ante las injusticias de gobernates o las sorpresivas invasiones barbáricas. Fueron, así, ganando prestigio y fama, apoyo de los pueblos y corazones de doncellas.
Luego, un día que podría decirse lunes en este calendario gregoriano, el rey cayó enfermo, preso de fuertes dolores de cabeza que lo desterraron a permanecer en su alcoba. El rey presentía que era su fin, que no estaba en condiciones de gobernar, de reinar. Hizo llamar a sus hijos, a pedirles que vengan. Obviamente, los príncipes no llegaron hasta luego de diecisiete días después de la solicitada del rey. Para ese momento, Cipriano yacía muerto.
Ambos príncipes se encontraron frente a frente, por primera vez luego de ser separados, en el lecho de su padre. Nadie se había atrevido a enunicarles que eran hermanos aunque ellos sospechaban peculiar parecido entre ambos y, a su vez, con el reciente muerto. Uno y el otro se acusaron de ser el asesino del rey, refiriéndose, ambos, como su propio padre, llevando, así, la discusión a un plano un tanto distanciado de lo armonioso. El que venía de Lyon dedujo que el otro era un hechicero, que martirizó a su padre y que se las iba a tener que ver con la muerte. El otro, levantó su espada en la habitación y, con ella, señaló al hermano que no conocía para luego imponerle un duelo por la verdad, además le dijo que tenía aspecto a afeminado, que parecía puto quiero decir.
Debido a las educaciones que habían tenido, acordaron a llevar el duelo esa misma tarde, antes de que se ponga el último rayo de luz, antes de que el alma del padre atraviese los cielos se sabría la verdad. Llegado el momento, tomaron espada y escudo. Se batieron en espectacular lucha que dio por terminada la vida del hermano proveniente de Lyon. Sin embargo, el otro, durante su festejo, tropezó con el cadáver del hermano que nunca supo tener y cayó sobre una roca, una roca de un tamaño considerable, una roca capaz de torcer el cuello del príncipe, de matarlo como lo hizo, aprovechando la oportunidad. Luego, dos monedas rodaron desde los cuerpos de los aún más recientes difuntos, hasta perderse en unos espesos pastos verdes. El reino de Aragón, en verano, era de un color verde de envidiar.
Finalmente, al morir los dos príncipes, un sobrino del rey, proveniente desde la corona portuguesa, tomó el trono e hizo de su reinado uno de los más olvidables de toda la historia.


Imagen de acá

5 comentarios:

  1. Básicamente, es lo que hoy en día nos embarga en toda situación laboral.
    Dentro de todas las ramificaciones jerárquicas que establecen los organigramas, es plausible de encontrar, en la mayoría de los casos, a posiciones ocupadas por las circunstancias. Es decir, el valor, acá, es saber permanecer en el lugar y el momento indicado para tomar partido de diversas ventajas; como siempre, en desmedro de conocimientos, habilidades, aptitudes que otros aspirantes puedan llegar a tener.
    A saber, las circunstancias te dan un reinado, por más que no sepas cuántas comunas tiene tu territorio.
    Muchas gracias, vuelva pronto.

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  2. Será de ahí que viene la temida reputación de las piedras en el camino?

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  3. Me hice socio antes de que se haga famoso...

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    1. Estimado A. Torrante.
      Sí, claramente, es posible que provenga esa reputación de casos como estos, literales digamos, como todo, como por ejemplo un canario que dijo 'siempre que llovió, paró' desde el arca de Noé.
      O como un Sir Isaac Newton que pronunció los principios de las fuerzas lindantes de la gravedad luego de ver como las tetas de una señorita que lo acompañaba, caían redundantes después de ser abandonadas por un corsé. Creo que proclamó algo como 'todo lo que sube, tiene que bajar'.
      Gracias por pasar y por hacerse amigo. La fama se la debo pero espero que se divierta.
      Fuerte abrazo.

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  4. Creo que proclamó algo como 'todo lo que sube, tiene que bajar'. Creo Diego, que eso lo dijo la dama :-) Abrazo!

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