lunes, 27 de agosto de 2012

Epistemología

'Una de las teorías de la epistemología, afirma que un científico, un investigador, un estudioso, un cualquiera, a la hora de elegir, es decir, de delimitar su campo de estudio y de intereses para realizar ciertas averiguaciones, produce un corte en el tramado del universo total donde se desarrollan las cosas. Habitualmente, esto se explica con un gráfico de estilo torta, donde el universo es comprendido, obviamente, por la totalidad. Entonces, luego, se genera una separación, un recorte, se quita una porción a la torta señalando, así, la extracción de la parte a trabajar. Esta misma teoría, argumenta que, a la hora de establecer los límites que comprenderán al trabajo y a la investigación, se niega todo lo demás. Con ello, se refiere a que, cuando se procede a seleccionar un objeto o fenómeno de investigación, estamos desechando todo lo demás, perdiendo oportunidades'.
Juan cerró el apunte luego de subrayar algunos pasajes, hacer garabatos al margen de la hoja y de no haber entendido casi nada de lo que terminaba de leer. Es que, si bien, le gustaba filosofía, nunca imagino tener que saber sobre epistemología, sobre temas que pocos se acordaran luego de cursar la materia. Sin embargo, Juan ponía empeño, siquiera lo intentaba. Es que él se había anotado en la facultad de filosofía y letras, en la particular carrera de filosofía por Martina, la amiga de toda la vida, la que siempre quiso en secreto pero, por miedo a perder su amistad, jamás atinó a ir más allá. En realidad, Juan siempre quiso ser alguien más, hacer algo más. Pero el amor, el sentimiento que lo atañaba a Martina era tal que se olvidó de sí mismo. Es que, a veces, la combinación de buenas discusiones con una fémina sobre metafísica conjunto a una esbelta figura y la tolerancia a las drogas, es atrayente, desafiante, casi imposible de encontrar más allá de Púan.
De tal forma, se pasó leyendo a Khun, a Popper, Klimosvky y otros muchachos con apellidos que oscilaban entre rusos, austriacos y polacos. Lo único que pensaba Juan, mientras compraba apuntes y más apuntes en la fotocopiadora, que nunca sería feliz, que jamás lograría terminar estos estudios y que de nada le servirían para su pasión. Juan amaba la música, era prodigio en la guitarra, aficionado al piano y un erudito en la percusión. Aprendió siempre solo a tocar diferentes instrumentos, tenía una magia especial, un oído absoluto y la posibilidad de cantar en diversas tonalidades.
Pero Juan, fue relegando sus posibilidades musicales para intentar estudiar algo que no quería, que nunca sintió como propio. Es que Martina iba avanzando en la vía expresa del régimen de correlatividades, y Juan la iba perdiendo. Compartían cada vez menos materias, menos espacios y el muchacho moría cuando la veía reír con otros, discutir entusiasmadamente sobre la teoría Tomista, sobre el giro Cartesiano.
De tal manera, Juan perdió sus habilidades. Ya no distinguía de un Fa a un La, las escalas se disolvieron en el jugo Tang de su mente y perdió indicios de aquella voz capaz de ofrecer increíbles interpretaciones. Pero un buen día, el muchacho cosechó ánimos y se atrevió a hablarle a Martina sobre sus sentimientos, sobre todo lo que sentía por ella, mientras estaban discutiendo sobre el materialismo dialéctico. La muchacha argumentó que los sentimientos son la neblina de entendimientos, quitando, así, la metafísica de la filosofía. Juan propuso que el estudio del pensamiento, de la vida, no es totalmente comprensible dejando de lado a lo que se siente, al cariño. Discutieron acaloradamente en el bar de la facultad de filosofía y letras, asumiendo posiciones contrapuestas y complementarias. La chica seguía sosteniendo que las ideas son producciones que aceptamos de manera colectiva e inconsciente y que en ellas caben millones de adaptaciones a la vida de cada quien, como si tomáramos un tomo de la gran biblioteca humana para hacerlo propio y por eso nos confundimos. Juan lo negaba, no concebía al conocimiento como algo anterior a uno, capaz de ser y permanecer antes del nacimiento, por eso prefirió acotar que todos somos una tabula rasa en la cual inscribimos categóricamente los preceptos que iremos complementando a lo largo de la existencia, para dar como fin a un libro que jamás será editado. Martina no dijo nada y mordió una medialuna comprada a precios populares. Luego, razonó que la factibilidad de los sentimientos queda supeditada a la reciprocidad de los mismos, como si no existiera algo más allá de lo compartido. Así, con esa frase, tomó sus apuntes y el café y se marcho, dándole un beso en la frente a Juan, quien no encontró palabras para confrontarla, para atarla unos minutos más a la mesa que compartían.
Luego, Juan pensó sí en realidad la mesa, el café, la medialuna, la discusiones, las ideas, Martina, los apuntes y la facultad, realmente existían o eran producciones de un sueño compartido, de un momento del que estamos a punto de despertar, siempre, pero del que jamás logramos escapar. El muchacho tomó, nuevamente, el juego de fotocopias y leyó: 'Lamentablemente, la elección de cada camino, borrará las posibilidades de haber cambiado el curso. Lo que elegimos condicionará, de ahora en más, todas las decisiones que tengamos que realizar. Tanto en la indagación científica como en el decurso de la vida, las posibilidades no optadas se ven como las prodigiosas, las verdades absolutas. Quizás es así y estamos condenados a caminar perpetuamente, hasta el fin de los tiempos, en los senderos de caminos erróneos.' Juan tomó un sorbo de café y subrayó el pasaje. Acto seguido, quiso recordar una vieja melodía de una canción que le daba ánimos, ganas de seguir, pero no pudo, sólo cabían en él las fechas de los próximos parciales.




5 comentarios:

  1. Si la realidad existiera, en la misma se podría afirmar que los hombres hacen todo lo que hacen, con el afán de conquistar mujeres.
    Juan no fue la excepción. Todos somos Juan.

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  2. Todos somos Juan, pero algunos somos la versión base, otros la que viene con levantavidrios y AC, otros la Full, la que viene con huevos. Igual dígale a Juan, que como buen músico que pudo haber sido, el que nace para pito, no llega a corneta.

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    1. Mejor no le diga nada, es muy cruel quitarle la esperanza a un tipo así. Abrazo!

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    2. Estimado A. Torrante.
      Vayamos por partes.
      En un primer lugar, sí, tiene usted razón. Hay diferentes estilos, maneras, formas de ser Juan en el transcurso de la vida. Pero, no quiero discutirle, las experiencias tanto propias como ajenas, me señalan que, inevitablemente, todos fuimos Juan en un momento de la vida y nos quedó su marca grabada, para bien o para mal. Alguna vez hicimos de más por la mujer dispensable, quiero decir.
      Por otro lado, no, no se lo iba a decir a Juan lo que se refería a la situación musical. Es que, para mí, vale más la mentira feliz que la realidad, la verdad neta. Es que lo cierto es tan cruel, tan triste que, en ocasiones, es lindo permitirse y permitir un rato, siquiera uno, de mentira. Tal vez allí radique la verdad.
      Gracias por pasar. Fuerte abrazo.

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  3. Es cierto, en mis años más mozos fui Juan, versión base, varias veces, luego con el transcurrir de los años fui mejorando. Hoy vendría a ser un Land Rover Discovery, modelo 80 :-) Una aclaración, discutir o debatir, puede hacerlo cuando quiera, en principio porque es su blog, y segundo porque ni me ofendo ni me amedrento, al contrario, es posible que posibilite un ejercicio mental interesante. Abrazo grande y gracias por pasar por el blog!

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