lunes, 6 de agosto de 2012

Ideas

Sí te digo que todo es una idea, puede que te sorprendas, que no me creas, que anuncies que soy un idiota. Posiblemente, no te equivoques, el profanar mi nombre ya es una asignatura olímpica, equivocarme es lo mejor que he hecho. Sin embargo, permitime explicar.
A la hora de elegir una carrera, una curso, algo parecido, imaginamos la idea de cómo nos veríamos una vez recibidos, qué haríamos, de qué elegantes formas diríamos que no a todo lo que sea erosionante a nuestra moral, a las buenas costumbres. Entonces, labras una idea, queres a esa idea, vas en constante persecución para lograr ser lo minimamente parecido a esa idea que te impulso a elegir determinada carrera universitaria. De dicha manera, tus actos se convierten en ideas más pequeñas para conseguir la idea mayor, recibirte, ejercer, desempeñarte idealmente, podría decirse.
Luego, a la hora de trabajar, aspiras a un puesto, una empresa,  que conlleven la idea de prestigio, de poder desarrollarte, de hacer el bien. Es así que vas buscando completar la idea que tenes con respecto a una posición laboral. Aunque, posible y objetivamente, no logres encontrar dicho lugar, vas a generar sobre el mismo la idea de que está bueno, de que sirve, de que lo podrás cambiar, de que estás cómodo, que es lindo esperar para ver por home banking tu sueldo depositado, que luego de ello respiras diferente, idealizas que todo está bien.
Podes comprar y leer un libro, también. La idea del best seller te asegura que va a estar bueno, que tantas personas no se pueden equivocar, mantenes la idea de que más es mejor. En el transcurso de la lectura, sujetas la exacta idea contraria a lo que el autor quiso decir pero el usado dicho de que existe tantas interpretaciones como lectores haya, alimenta la idea de que vas bien, que está bueno el libro, que vas a memorizar alguna de las líneas para poder repetirla luego frente a entendidos, para que se formule la idea de que sabes, que leíste.
Nunca podrá faltar la idea de enamorarse, la más elaborada de todas, las trampas necesarias. Básicamente, y sin rodeos, uno se enamora de una idea. Sonará extraño pero me paso a explicar, a excusar. Al producirse el fenómeno del enamoramiento en un ser, el mismo amplifica lo bueno del objeto deseado y remueve los defectos completamente, otorgándole al destinatario del afecto un estado de divinidad, se convierte en una deidad ante la mirada del enamorado. De esta manera, el objeto o persona amada se vale de todas las armas para cometer los errores más impuros que el somnoliento enamorado jamás podrá aceptar o considerar como verdad. La idea perdurará hasta llegar al amor y resumiré esta sección con un etcétera. Me interesa, además, asumir que el enamorado también extraña, una vez abandonado o jamás correspondido o aceptado. Entonces, extraña la idea, la idea de esa persona, de cómo se sentía o sentiría al lado de ese dios creado y depositario de todos sus ánimos.
La lucha constante por cambiar de ideas, de manera consciente, es una derrota anunciada, un knock out en el primer round.

Buenas noches, felices sueños.
()

2 comentarios:

  1. Las ideas a las que me refiero son productos necesarios realizados en rincones inconscientes. Necesarios por el mismo principio del placer que dirige a esta parte del motor de los procesos mentales.
    Por ello, es casi imposible dominarlas, redirigirlas, darlas por terminadas a nuestro antojo.
    Aunque, en vías de dar esperanzas, se puede decir que las ideas cambian, son modificadas. Es preciso saber que son hijas del tiempo, de la historia del sujeto. Tranquilo/a, todo pasa.

    ResponderEliminar
  2. Curiosamente Sarmiento, quien habrá sableado a más de un ranquel en La Pampa fue quién dijo: "Las ideas no se matan".

    ResponderEliminar