jueves, 30 de agosto de 2012

Por el río


Estoy en el río. En un muelle por demás desgatado de mareas que no se deciden si subir o bajar. Ya es de noche. No, todavía no, está anocheciendo, el ciclo del tiempo. Es de tarde y el sol brinda el espectáculo diario de posarse sobre las margenes imaginarias del río. Camino por el muelle, hay personas que pasean, que compran flores secas que nunca jamás usaran, otras que llevan canastos de mimbre, pinturas estandarizadas y que emergen de una especie de catamaran. Estoy en el Tigre, está haciendo frío y las luces aclaran su voz para darse paso al canto nocturno que les deparará el resto de día. Prendo un cigarrillo mientras veo a una chica de rulos eternos que manipula en una disqueria, que también vende libros usados, unos discos. Me acerco y noto que mira vinilos de Phil Collins y que lleva, bajo el brazo derecho, un libro, lleva 'Las mil y una noches'. Una suerte de inexplicable congoja se apoderó de mí y tuve la inquietud de querer hablarle, saber su nombre, preguntarle qué opina de la eternidad. Pero ella se fue al paso que prendía un cigarrillo, mientras yo terminaba el mío.
Con un suspiro me retiré del local y continúe un camino sin andar, sin destino aparente. Ya la noche acogió al lugar. El río está calmo, las lanchas y botes no merodean la zona y se puede ver, sin esfuerzo alguno, el alma reflejada en las sinuosidades del agua. Así, noto que el lugar se comienza a llenar, nuevamente, por jóvenes, por chicos sacados de un country, de una cancha de rugby, de una caja de zucaritas que se disponen a cenar, a tomar algo, también hay un boliche nuevo donde merman muchachos y muchachitas de la misma estirpe, todo queda del lado de adentro del ligustro. Yo sigo caminando y, de a ratos, paro para observar el río, unas de las pocas cosas sencillas capaces de otorgar calma. Voy diezmando el atado de cigarrillos y pienso que es necesario buscar un quiosco, algo, pero es tarde ya, muy tarde.
Sin embargo, encuentro abierto un café, refugio de los errantes, en una esquina oscura poco transitada, distante del centro de intercambio comercial. Pero voy, lo considero acogedor y, en estos trámites, mientras menos personas vea, mucho mejor. Tomo asiento en una mesa cerca a la ventana, que también está cerca al río y pido un café doble, que también traigan un cenicero. El lugar está, sin que lo pareciera por fuera, atestado de marineros, de pescadores y de viejos ebrios que parecen parte del cuadro del bar, como una escenografía permanente y viva, como la vida misma. No prestó mucha más atención al respecto ya que prendo otro cigarrillo y el café es de una admirable calidad.
De pronto, una ráfaga de viento cálido entra por puertas y ventanas del café y las luces del lugar parpadean, todos callan y se miran unos a otros. Acto seguido, un viejo pescador, alto y cubierto de un tapado, hace su entrada y todos reanudan sus tareas anteriores. Unos juegan a los dardos, también se escuchan suplicios de un envido con pinta, de un truco con ganas de ser verdad. El último de los parroquianos, el pescador del tapado, se acerca a la barra y pide un trago, creo que ginebra. Y, en una de mis acciones más características y estúpidas, lo miro en el mismo instante que él me mira mientras se para y comienza a caminar hacia mi mesa.
Suelto una ligera puteada hacia abajo a medida que se iba acercando con un olor similar al río, como si fuera parte de las aguas. Luego, el pescador, toma asiento sin siquiera preguntar si la silla estaba ocupada. Pensé, en ese momento, que no doy la imagen de un tipo acompañado. Contra todo pronostico, el hombre no soltó una palabra, solo me miraba y esbozaba una sonrisa, como esperando un comentario de mi parte. Pasamos unos diez, quince minutos sin hablar hasta que dijo: -Las aguas están calmas esta noche.- y me estremeció el brillo de sus ojos, la fortaleza dentro de su voz. -Dentro de unas horas amanecerá y sería un desperdicio no poder navegar en la pasividad del río, ¿no es cierto?- quiso saber.
Sin desearlo, estaba consumiendo mi segundo café,compartiendo una botella de ginebra con el pescador y haciendo chistes sobre la desgracia. Fue, digamos, como un salto, como un salto de línea hacia otra parte. Recuerdo que, luego de sus primeros comentarios, el pescador se levantó, yo pestañeé y ya me encontraba en esa situación, con el vaso meciéndose en mi mano derecha, riendo, hora y media más tarde de haber entrado. Pero ya estaba en el ahora y era cuestión de seguir la corriente, siquiera hasta que salga el sol y así poder irme, intentando no faltar el respeto al pescador.
Luego de continuar en esa misma línea, el hombre se paró y me convido a que lo acompañe, que tenía que mover el bote y amarrarlo en otro lado. -Son estas mareas de mierda, que te cambian todo, de un momento a otro.- se quejó y salimos del café.
Llegados a un alejado muelle, recordé momentos de mi vida que nunca creí haber vivido. Me acontecieron increíbles ganas de tocar la lira, de saborear nuevamente las aguas dulces del amor. Cruel destino que arrebata los momentos que acabamos de vivir. Unos instantes luego de soltar amarras, le pregunté al pescador si podría llevarme a dar un paseo, que necesitaba aire para recomponerme, que una suerte de congoja invalidaba mis sentidos. El barquero accedió pero pidiéndome un óbolo, dijo que era para la nafta aunque usaba un curioso y largo remo. Se quitó el tapado que lo cubría y comenzó a remar, mientras yo yacía sobre la proa del bote, mirando al horizonte, al nunca jamás.
Estuvimos navegando por un tiempo parecido a la eternidad pero sin que amanezca, sin la fragilidad de los relojes. Entre los elementos que comprendían a la utilería del bote, encontré un instrumento de cuerdas y comencé, como si lo supiera de toda la vida, de otras vidas, a tocar melodías para acompañar el viaje. Pude ver como el barquero mezclaba sus lágrimas con las aguas del río. Seguimos del mismo modo hasta llegar a cercanías de nuevas tierras. Pero, pensé, que esto, en Tigre, siempre pasa, está repleto de islas que nacen con cada día. No me sorprendí cuando Caronte, el barquero, me pidió que bajara, que hasta acá tenía que llegar, acá iba a encontrar mi destino y me estrechó la mano. Por último, me comentó que allá me esperaban, que camine, que siga tocando, que continué cantando, que no baje los brazos.
Y, ahora estoy acá, más o menos fue todo eso lo que pasó. Creo que está amaneciendo y deberíamos concluir con esto. Ay, Hades, tanto tiempo, viejo amigo.




Imagen de acá

7 comentarios:

  1. Espectacular Diego! Realmente! La verdad no me la vi venir-Me gustó mucho la presentación, la descripción de las distintas escenas. Muy palpable- Es más está tan bueno que ni siquiera iba a hacer un comentario - atorrantesco, pero al igual que el escorpión, es mi naturaleza.
    En fin: Por algo en el barrio - Yo soy de San Fernando- tenemos un dicho: "Nunca te subas en un bote con un extraño, y menos borracho" (es que los isleños tienen su fama, vió?)
    Le cuento (por ahora no lo tuteo, al menos acá) en el blog tengo una sección: Los Mejores Cuentos, este va para allá, al menos el link.
    Abrazo!
    PD: tenía razón JH.

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    1. Ante todo, tuteé, maestro, tuteé. La vida es corta para malgastarla en formalismos.
      La verdad que te agradezco por lo que decís. Saber que a alguien más le haya gustado lo que pueda hilar, produce un sentimiento de realización, de que siquiera algo hago bien. También, gracias por añadirlo a su sección, espero que otros encuentren en este rejunte de palabras algún mensaje.
      Y, hablando de mensajes, te comento cómo surgió esto. Lo voy a decir por el mero hecho de que a mí me gustaría saber qué es lo que piensa el autor a la hora de crear, qué recorrido hizo, cómo llegó hasta donde llegó. Tuve un sueño, básicamente, anoche. Soñé algo tan real sobre una persona que me desperté acongojado, con ganas de un abrazo. Luego, prendí la televisión, miré la temperatura, la hora, etcéteras que forman la rutina. Después, hice zapping hasta llegar, creo, al History Channel y estaban dando los detalles de la historia del dios Hades y, luego, sobre lo que sucedió con Orfeo.
      Así, uní sueño con documental y surgió esto. Lo situé en Tigre porque tuve la oportunidad de navegar una o dos veces por esas aguas, yo soy de la zona de San Miguel, y siempre gusté de pasear por tu zona, sencillamente es magia pura.
      Por último, el tema de Sui Generis viene a la ocasión ya que anoche fuí a ver a Charly y cantaron, junto a Nito Mestre, éste tema. Luego de ver a tan formidable dúo nuevamente juntos, me considero hecho, dejo la propina a un costado.
      Fuerte abrazo, don Ato. Nos veremos por su blog.

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  2. Mirá vos. Interesante hilvanación de eventos vertidos en un cuento. El feedback en un blog es importante, ahora ojo, no siempre resulta ser positivo. A medida que crezca tu popularidad, recibirás todo tipo de visitas. Hay que saber pilotearla. En LT se armó un lindo grupo de gente y su mayor virtud es que todos interactuan entre sí, y no es mérito mío, surgió espontáneamente-Más que todo por los temas-Al no ser "intelectual" la gente puede opinar sobre sus casos personales. Además posteás algo sobre un tema X y te comentan sobre un tema Y. Es medio anárquico! :-)
    Te mando un abrazo!

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  3. *me gusta lo que escribe, me gusta cómo lo escribe. lo felicito, celebro sus palabras, lo que se suela decir en estos casos.
    jh

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    1. Estimado JH.
      Sí usted dice quien dice ser, le comento que ha logrado sorprenderme. Las palabras que dejó plasmadas, son de una sincera alegría. Realmente, y sin querer caer en las trampas de la idolatría, lo admiro. Es más, tal es el sentimiento, que hasta escribo parecido, similar, a usted, me han dicho y quiero creerlo. Obviamente, agrego a mis textos los errores del principiante, las equivocaciones del inexperto, los fatalismo de aquel que se muere por peinarse con el cepillo de la experiencia.
      Ahora bien, si usted no es quien dijo ser, sí tomo la forma de aquel que tiene esas iniciales, de aquel que sigo, bueno, le comento que gracias, también, que también lo admiro, que lo sigo, que quiero imitarlo, parecerme o asemejarme a usted también.
      Es que, ya ve, los ídolos son aquellos que no se forman desde sus actos, hechos, pensamientos u otras algarabías sino de lo que uno quiere creer de ellos, de lo que uno toma y hace propio. Es usted genial, quiero decir.
      Gracias, JH, gracias en verdad.

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  4. "Siempre el mismo terror, a la soledad"

    Yo tambien soy Soledad, y se de los que me tienen terror. JA!
    No termino de aborrecerte por haber visto y oído semejante pedazo de historia.
    Yo no se si la recordarás, pero si mirás bien a Charly, vas a notar que tiene un gran parecido a mi abuela, pero con bigote.

    Una vez más desvelo con ganas de escribir, y casi siempre termino acá, contandote alguna que otra cosa.
    Lamento descepcionarte, pero no recordaba esta cancion, hasta que la volvi a escuchar. A vos, me recuerdan canciones de ellos, como Quizás, porque.. o Eiti Leda.. Cosas de la vida, vió?
    De todas formas, gracias por recordarme.

    Nos debemos un café, y mas anécdotas.

    Saludos cordiales, de Peperina.

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    1. Estimada Va..
      Usted sabrá si temerle es bueno o malo, todo tiene su punto de vista.
      Con respecto a la similitud entre su abuela y el gran Charly, permitame generar un apartado. Así como los viejos son los reyes, su abuela es Charly. No se diga más.
      Acerca de la canción, pensé que te acordabas porque, en una ocasión, la había usted remarcado como una gran canción, un gran tema, algo similar.
      No hay nada que agradecer, compartímos mucho, muy lindo todo.
      Y, pues claro, siempre se debe un café, siempre falta la propina en este vuelto que es la vida. Perdón por los berretines comparativos, pueden más que yo. Ya estamos arreglando.
      Otros para usted, mi querida, otros para usted.

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