lunes, 1 de octubre de 2012

Estás acabado

Miro la película. Miro la escena, particularmente. Es de temática policial. Hubo un crimen, no importa cuál. Mataron a alguien, tal vez alguien violó a otro o alguien le puso mayonesa al asado. No importa, no interesa, no hace a lo que me quiero referir.
Entonces, llega la parte, la motivación, desde donde surge todo. El imputado, el presunto delincuente, es encuestado, interrogado. Se necesita la información para continuar con el proceso, establecer que el tipo tiene o no la culpa, bendito sistema penal. Así, la situación prosigue. Dos policías  uno bueno, uno malo, y el interrogado entre ellos, encogido de hombros, sudando una camisa gastada que no recuerda el aroma a lavanda. Un policía hace una pregunta desde el extremo opuesto, el otro policía golpea la mesa muy fuerte, tan fuerte que hace asustar al primer policía, luego procede a arremangarse las mangas, a acomodarse unos tiradores.
El sujeto, el que está siendo interrogado, pide un cigarrillo, fuma. Está despreocupado, se lo nota, medianamente, relajado. Tal vez porque ya había visto películas de este estilo, quizás porque no tiene en verdad la culpa. Fuma y los policías también fuman. Siguen con la misma pregunta, no importa la pregunta, puede ser cualquiera. '¿Fuiste vos?', '¿Dónde está el cuerpo?', 'Encontramos restos de tu adn esparcido por la escena, confesá'. Cosas así. El tipo no contesta, tal vez se ríe, sí, hace una pequeña muesca mientras mira el cenicero posado sobre la mesa y piensa cuántos cigarrillos habrá tenido que soportar. Luego, el policía arremangado le ensarta una piña, un buen roscazo en la mandíbula. El tipo cae y cae también el cigarrillo.
Siguen las preguntas en búsqueda de una misma respuesta, la confesión. Los roles de los policías cambian, sudan, la pequeña sala se llena de humo como Buenos Aires en el dos mil nueve ante la quema de pastizales, no se ve el obelisco. Los policías sacan suspiros rendidos ante las negativas de responder. El acusado tiene moretones, un párpado hinchado y ganas de fumar pero le sacaron el privilegio como tortura. Y ahí, también, comienzan otras torturas.
Al tipo le sacan una uña del pie, la uña del dedo anular del pie derecho, se la sacan con una pinza, de una. El tipo llora y grita, sacude sus manos esposadas en la parte de atrás de la silla y se lastima las muñecas. Todos sudan, brota sangre. Luego, al tipo, le vuelven a preguntar pero sigue sin responder, se ríe, escupe a un policía y se gana una buena piña. Continúan  Le separan los dedos de las manos, no sin dificultad, y comienzan a cortarle esos vestigios de membranas interdigitales que nos restó luego de la evolución. Después, echan sal sobre las heridas, también limón. El tipo sufre, se muerde los labios y llora. Como si todo fuera poco, aparece un dentista. El solo hecho de que un dentista aparezca, infunde pánico. El dentista le quita dos, tres muelas sin anestesia. El malhechor escupe sangre, suda miedo pero no confiesa. Se practican otras cosas, quemaduras con cigarrillos, dislocación de hombros, rodillazos hepáticos, otros. Pero el tipo, no confiesa, no sirve nada con el. Fin de la escena.
Ahora bien, pienso que el tipo debe de estar entrenado de alguna forma, debe saber lo que quiere, debe de tener una especie de fe, de devoción a algo para poder aguantar. El imputado sabe que algo hizo pero no mostró nada, ningún indicio, se gana la libertad.
Allí, en ese momento, me detengo para poder decir que la tortura, el método para que confiese, está mal, mal diseñado, no sirve. Tengo una forma, una manera. Se precisa de una mujer en el caso que el acusado sea hombre y un hombre si es una mujer la acusada. Es decir, en general, no quiero extenderme acerca de los gustos, etcétera. Se precisa, en esta situación, una mujer. La mujer debe de estar entrenada, debe saber dar placer, debe, también, saber cuándo avisar.
Así, en un punto dado, hay que dejar que la mujer entre y esté sola con el tipo. Entonces, la mujer entra, el tipo está esposado y tienen sexo. No, no vale solamente un acto oral, un pete. Debe haber sexo, de existir el coito. Coger, tienen que coger. El hombre, es necesario, tiene que sentir la piel, el perfume, el aroma de la mujer. Desearla, la tiene que desear. La mujer, por su parte, debe actuar, interpretar, dejarse coger también. De tal manera, también debe saber cuándo el hombre acaba, cuando termina. Es crucial este dato, este momento ya que cuando la persona interrogada termina, acaba como puede acabar pie grande, debe ser preguntado nuevamente. En ese instante, justo cuando el acto es saciado, tienen que entrar los policías y preguntar amablemente, sin roles, sin tapujos. Preguntar un 'quién fue', 'dónde está el cuerpo' o un simple 'che, ¿fuiste vos?'. Y, allí, el acusado, el interrogado, contestará y dirá la verdad, la pura verdad.


3 comentarios:

  1. Cuánta verdad pero de aplicarse calculo que aumentaría notablemente el índice delictivo. Yo de por sí, algún choreo me mandaría :-)
    Me quedé pensando en la frase "una buena piña" en el contexto de la tortura. Para mí sería la que te adormece, la que termina con el dolor. Abrazo grande!

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    1. Creo que, para ser sincero, yo también caería en cana. Te confieso todo, má' sí.
      Fuerte abrazo, Ato.

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  2. Sí, pero yo trataría de no caer en cana- "Don't do the crime if you can't do the time" - Traducido libremente: Si no te podés bancar las consecuencias, no hagas cagadas.

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