jueves, 7 de febrero de 2013

La historia de Felipe Rosendo

La semana pasada me encontré por casualidad, como siempre sucede, con Felipe Rosendo. La historia de Felipe es muy particular como, digamos, todas las historias. Este mitológico personaje de las calles de San Miguel tiene una particular destreza: sólo puede mentir.
Con fe y destreza burocrática, Felipe Rosendo vive su vida mintiendo. No se sabe bien sí fue un día por decisión que comenzó con esta práctica o si bien siempre ha mentido. Es claro que al preguntarle a Felipe sobre los orígenes de su metodología, uno no sabe bien si creerle o no.
La extensión de su procedimiento es tal que Felipe ha sabido ser abogado, médico, repartidor del Correo Argentino, concertista de jazz, bailarín de tango salón, canillita sobre la avenida Perón, militante fervoroso del partido comunista italiano y maestro pastelero. Es claro que, además, tantas ocupaciones, con sus respectivos trajes de alquiler, daban la impresión de que Felipe era en realidad lo que él decía ser. El tenía un pequeño truco que era siquiera saber un poco más de lo que el público o transeúnte habitual de las calles de partido bonaerense sabían acerca de cualquier tópico que se le interpusiese delante.
Es claro que, además, Felipe conoció la vida más allá de la localidad y se aventuró a dejar su huella por todo el largo del ramal del tren San Martín. Así, se recuerda siempre de cuando noviaba con una bailarina de Devoto que era un sol. Se supo que ella llegó a bailar en grandes teatros y que, en toda entrevista, nombraba a un tal Ernesto como el amor de su vida. Haciendo un alto en este punto, no debería sorprender que Felipe acostumbraba a cambiarse el nombre para cada ocasión. También, supo pertenecer a una barra de motoqueros de la zona de Palomar pero tuvo inconvenientes un día al olvidar su teatralidad en ese distrito e ir vestido a un encuentro como clown. Por la zona de Pilar se agarraba a trompadas todos los sábados en defensa de los débiles, de los más indefensos. Se decía, además, que tuvo dos hijos con una muchacha que trabajaba de casera en una lujosa residencia de Palermo.
Cuando me encontré con Felipe, todos estos y más recuerdos se me hicieron presentes. Quise saludarlo, invitarlo a compartir algo, siquiera una sonrisa amiga. Empero, las obligaciones y las distintas trampas que la vida cotidiana nos hace, me hizo acobardarme y no llamarlo. Habría que sumarle a esto que no quise revelar su identidad en medio de la plaza pública.
De todas formas, al seguir caminando, comencé a palpar la marginalidad y los estragos que el tiempo y el espacio hace en los seres. Así, me provocó preguntarme si en verdad me topé con Felipe Rosendo y si, quizás, no fue el recuerdo quien me había jugado una mala pasada caminando por la plaza. Sí en verdad me dejo llevar por los carriles del pensamiento, quizás Felipe Rosendo nunca ha existido. De nada sirve preguntarle a nadie sobre su existencia porque cada persona lo conocía por distintos nombres.
En aras de una confesión, me atrevo a decir que todos somos Felipe Rosendo, todos somos engaños, una mentira contra esta compadrada de la vida que muchos llaman verdad. Vamos en serio, la falsedad hecha y derecha es toda mejor que cualquier veracidad porque mentir un poco es hacerse a la eternidad. En cambio, la verdad es el fin, es el punto que sentencia a la oración, es el límite donde no puede existir nada más después de ello.
Por eso, tengo la esperanza puesta que Felipe Rosendo seamos todos. Todos en contra de la ultima y unica verdad que es la muerte. Todos hechos un rayo de luz en la más oscura de todas las noches.

2 comentarios:

  1. La Verdad podría ser el fin, salvo que creas en la vida eterna, que podría ser una mentira, pero eso sólo lo sabrás a la hora de la Verdad (o de la mentira).
    Una frase que llevo impregnada en la mente es: Se Leal a tu Esencia.
    Lo cual es un problema porque según Saint-Exupery es "invisible a los ojos".
    La verdad, me gustó mucho este relato. O tal vez no...:-)

    ¡Abrazo grande!

    PD: este Rosendo no será el que calcula los índices del INDEC ¿no?

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    1. Es una paradoja lo de la esencia. Quizás, como todo, no existe y esa sea su gran cualidad.
      Gracias por gustarle o no. Leerlo ya es grato para mí.
      Lo único que espero es que al momento de la verdad o de la mentira, se digan todas las respuestas. Lo malo es no saber si son verdad o mentira. ¡Qué engaño todo esto!
      No sabría decirle si Rosendo es el del INDEC, toma distintos nombres, siempre en lucha por la eternidad.
      ¡Fuerte abrazo!

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