viernes, 1 de noviembre de 2019

Palán Palán

Es mi destino
piedra y camino
de un sueño lejano y bello
soy peregrino.
Piedra y camino (1944)
Atahualpa Yupanqui.


- ¿Te acordas de él? ¡Mirá lo canoso que está! - me dijo mientras sacudía su brazo y mano derecha por el aire, saludándolo al otro que caminaba cruzando la esquina junto a su señora y su hija.
- ¿Quién es? - pregunté.
- Es el de los 'Cabezas', el mayor. Bueno, no el mayor mayor, habían uno o dos más grandes que él. ¿Cómo le decían?
- ¿El 'Oso'?
- No, el Osito era uno de los más chicos, junto al Negro. Bueno, ya nos va a salir cómo le decían.
- Ahh, ya sé quien es pero no puedo acordarme cómo era el apodo.
- Está grande, eh. Y qué buen pibe que era. Lástima la cagada que se mandó de pendejo pero qué buen pibe que era.
- Sí, un cagadón. Eran muy chicos los dos, ella también. ¿Te acordás el revuelo que se armó en el barrio? Lo parió.
- Cómo lloraba el padre de ella, en la vereda, abajo de ese árbol que tiene las hojas que curan, ese...
- El palán palán.
- Ese, cómo lloraba bajo ese árbol el tipo.
- Qué le vamos a hacer, por lo menos siguieron adelante los dos más allá de que él se fue y formó otra familia, la nena no se ve muy grande, ¿qué edad tendrá?
- Qué se yo, unos cinco o seis años, ¿no?
- ¿Y la otra?
- Está grandecita ya. Creo que la vi noviando con un pibito de acá la vuelta.
- Siempre me parecieron buenos pibes esos muchachos.
- También había una hermanita, ¿no? Ya deben estar grandes todos.
- Si, había una. Me acuerdo una vez que estaban jugando conmigo acá, en casa, en el fondo, cuando estaba el terreno baldío de al lado todavía y teníamos las rejas de la calle bajitas. Yo tenía un montón de juguetes en un canasto de ropa marrón que daba vuelta en cualquier lugar del patio y con los que me ponía a inventar boludeces, desde batallas con soldaditos a carreras de autos. Y una vez vinieron ellos, los más chicos, no sé cuántos eran pero vinieron a jugar. Cada uno tenía un juguete que lo traían entre las dos manos, casi sin moverse para que no se les cayera. Bueno, ahí estábamos jugando y ellos me pedían permiso para usar tal o cual autito o muñeco o ladrillitos. No sentí el primer silbido pero sí escuché el 'eu' que gritaron desde la vereda. Estaban los hijos del tano, los hijos más grande de Roberto, Ángel, y alguno otro más seguramente. Me llamaron y me dijeron que me acerque a ellos, hacían así con la mano, moviéndola extendida en el aire, de arriba a abajo, mientras se reían.
- ¿Y qué hiciste?
- Me acerqué a ver qué querían.
- ¿Qué te dijeron?
- Mirá cómo son las cosas. Yo no sabía la intención, habré tenido unos cinco o seis años, qué sabía lo que querían decir. Me pidieron que le pregunte algo a los 'Cabezas'. Me lo susurraron, no sé si fue Ángel o Cartucho, uno de los dos fue, el resto contenían las risas.
- Pero qué te dijeron, boludo, qué puede ser tan grave.
- Me pidieron que les preguntara si tenían baño en la casa. Y no sólo eso, me dijeron que se los gritara, a mitad de camino entre unos y otros.
- Qué pendejos de mierda, no lo puedo creer. ¿Y qué pasó?
- Los 'Cabezas' se fueron sin voltear siquiera a mirar, atravesando el baldío en dirección a su casa. El más grande ellos, este que ahora es canoso, abrazó a dos hermanitos más chicos y los guío entre los pastos altos. Mientras, los otros se cagaban de risa. Uno se tiró al piso y parecía que iba a vomitar de tanto reírse. Creo que fue Matias quien corría por la calle gritando y revoleando los brazos, riéndose.
- ...
- ¿Sabes cuando se dejaron de reír con eso?
- ¿Cuándo?
- Una vez vino el primo de Damián, de Capital creo que era. Bien rubio y tenía todo el equipito de Boca original, la última camiseta y los botines negros relucientes. Había llegado con los padres a visitar a la familia, me parece que fue la primera vez que lo vimos por acá. No recuerdo si volvió a venir después.
- Ah sí, sé de quién me decís, creo que los padres decidieron volverse a Italia, antes del dos mil uno, algo sabían.
- Mirá, no estaba al tanto de eso. Bueno, jugamos a la pelota con él esa vez, no era muy bueno pero si elegante, tenía una gracia rara para jugar, algo que nunca habíamos visto antes, además transpiraba parejo, no como nosotros que eramos un charco de sudor. Y fue cuando terminamos de pelotear que nos sentemos formando un círculo, ahí en el borde de la vereda y la calle, antes de que hagan el asfalto en la cuadra. Bueno, ahí nos pusimos a charlar, más bien nosotros nos pusimos a preguntarle cómo era la capital, qué cosas hacía, si había calles de tierra o perros que se escapaban de una casa a otra. Él nos respondía tranquilo, midiendo las palabras, casi como si estuviera dando una conferencia de prensa. Después nos quedamos callados y ahí él pregunto. Primero nos miró a todos, gravemente, como pidiendo que le prestáramos atención, que lo que diría iba a ser serio. Él estaba sentadito sobre la pelota que trajo. Tomó aire y nos pregunto si teníamos baño en nuestras casas. Algunos se rieron pero él no. Se quedó inexpresivo y expectante. Nos observó uno a uno, girando su cabeza rubia y transpirada esperando que alguno de nosotros, al menos, le responda. Cuando se fue en el auto, aún nos miraba de la misma manera. Ninguno se atrevió jamás a contestar.

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