Nadie sabe cómo surgió, cómo comenzó todo. En realidad, nadie sabe cómo empezó nada de esta mentira que es el mundo. Pero todo, todo esto fue tumulto, una trascendencia y un quiebre a todas las teorías y concepciones sociológicas, psicológicas y de cualquier orden ético y moral. Todo falló.
La gente, de un día para otro, sin mayor miramientos y, aparentemente, con la ausencia de cualquier orden u organización, comenzó a defecar en las calles. También a orinar pero esto, se afirma, se debería a obedecer a una orden involuntaria del organismo.
Distintas explicaciones fueron dadas para dar entender lo que estaba ocurriendo. Una tentativa fue establecer que la gestión inicial a todo esto se debía a un caso aislado que, luego, fue hecho eco por sucesivas repeticiones y vulgares imitaciones, quizás pensando que era de índole revolucionaria y antisistémica; otros, tal vez, afirmando que todo se debía a la revelación de un nuevo orden, un cambio de paradigma dijeron algunos. Sin embargo, los distintos casos que se iban reportando, se sucedían en puntos asimétricos, distintos y sin aparente conexión. Empero, sobre este punto, los distintos profesionales, abocados a desentrañar el comportamiento del conjunto social, informan que en tiempos de la hiperconectividad y de la velocidad, nadie está del todo solo ya que la virtualidad brinda la sensación de compañía.
Mientras que los teóricos elaboraban explicaciones para llegar a la matriz de lo que acontecía y, así, frenar la compulsión de los seres sociales, la gente continuaba defecando por todas las ciudades, por todo el mundo, sin distinciones de credo, raza o status social. Los distintos estados recurrieron a conservar el orden público por medio de decretos y represión policial. Se sabe que, en ciertos casos, la forma en la cual llegaban a quedar algunas metrópolis, condujeron a sus dirigentes a contemplar el estado de sitio.
Copiosamente, se establecían planes de salubridad que fracasaban constantemente. Se utilizaron los distintos brazos armados de las naciones para contener los masivos actos repulsivos. Nada daba resultados positivos.
Es que, al mismo tiempo que los planes se sucedían unos a otros, también surgieron negociados y distintos grupos organizativos para este fenómeno. Ciertas personas, permitían, a cambio de una pequeña suma de dinero, la protección y el recaudo de algún espacio para que el usuario pudiera cagar tranquilamente, sin ser molestado por luces, transeúntes o las fuerzas policiales. Se hicieron famosos, y solicitados, ciertos spots para poder dejar los desechos. La mayoría de ellos comprendían los monumentos, entidades bancarias, bibliotecas, bancos de plaza, bares ubicados en calles peatonales, avenidas referenciales, etcétera. Claramente, esto originó el lucro de algunos a partir de la mierda y la necesidad ajena.
Paralelamente, grupos organizados (vaya a saber Dios cómo), emprendían furiosos mítines y ataques a favor de la libertad de poder cagar en el lugar que se les plazca.
A través de la televisión y de los medios gráficos, información llegaba desde los distintos puntos del globo. Básicamente, era la misma historia que se repetía una y otra vez, cambiando el idioma y los monumentos representativos. Las ciudades ardían en llamas. Se sucedían imágenes de hombres corriendo por las calles mientras se subían sus pantalones e iban siendo perseguidos por los agentes del orden. Centros comerciales cerrados, con vidrios rotos y maniquíes, maniquíes por todos lados, rotos, con la falta de una mano, de una pierna, algunos desproporcionados de cabeza, pero todos cubiertos de manchas marrones, líquidas, sólidas, un tanto viejas, otras quizás más frescas, invadidos de moscas que les revoloteaban y de ratas que se entremezclaban en cajones de ropa con descuentos. Y así, con todo. Con los templos, con los cines, con las instituciones educativas, con todo. La gente se dedicaba a cagar, a defecar, dejando sus hedores, su marca registrada, a cada paso.
Cuando las llamas de la esperanza ya comenzaban a dar sus últimos rayos de calor y de luz, todo cesó. Sin mayores explicaciones, los cúmulos de gente empezaron a retomar sus actividades anteriores, con el pudor y la vergüenza cotidiana que brindan una mísera vida. Los cafés se llenaron de enamorados y de oficinistas en after office. Los monumentos, una vez limpios, fueron fotografiados por turistas y escrito por jóvenes con aerosol. El zoológico siguió con olor a mierda pero de la usual. Esto ultimo también se podría decir sobre las multinacionales y las entidades bancarias.
Pasado el tiempo, ya ninguna teoría o explicación valía. Tampoco se buscó continuar con los estudios necesarios porque los mismo profesionales contratados para la tarea, fueron participes en las ultimas manifestaciones en masa.
De todas formas, cabe saber que la gente cagaba por doquier ausente de razón alguna. La gente inundó de mierda el mundo entero por actos de repetición, de mímica, influida por motivos que aún hoy en día desconoce. La gente agotó todas sus fuerzas en volcar sus restos, como si fuesen oro puro, en los más recónditos lugares del planeta.
Lo que ha pasado es que la gente ya no sabe qué hacer. La gente está muy sola.
Obviamente tu escrito se refiere al acto mismo de cagar, dejar una masa de estiércol/heces fecales o como prefieras llamarlas, y si bien dudo que un Asimov o Bradbury, anque Welles hubiesen imaginado un escenario así, y de haberlo hecho que alguna editorial se interesara en publicarla, no deja de ser inquietante la posibilidad.
ResponderEliminarUno que ha viajado por lugares como Amsterdam ha visto que el tema orinar - allá por el 79 era casi una costumbre canina, habiendo canales es como que se puede llegar a conciliar, pero está el otro tipo de defecaciones, la de cagarse en los demás, cagarse en la opinión, derecho y libertades ajenas, mandarse cagadas a troche y moche, es más, hasta te pueden cagar a pedos, que es casi una contradicción. Es muy variada la manera de cagarse la vida propia y cagarle la vida a otros. Y sin ser un linguista, creo que es muy latino el verbo. Los anglos son más proclives a cogérse/coger a otros. El Fuck tiene tantos usos que casi podría decirse que es un "sublenguaje".
En fin, me estoy cagando, así que te dejo un abrazo!
Al momento de escribir todo, esas derivaciones (y otras) fueron surgiendo.
EliminarMás allá de lo físico, interviene mucho lo simbólico de cagar, de las formas, de los lugares, de las personas.
Siento que todos están muy solos, que ya no saben qué hacer. Quizás me equivoco y, en realidad, soy yo el que está solo y no sé qué hacer.
Me cago en todo.
¡Fuerte abrazo!
Salomónicamente te diría que un poco de ambas, pero lo único que podés hacer es solucionar tu soledad, así de yapa solucionás el de otra, o tal vez dos o tres más. Habrá que ver tu capacidad de cagamiento moral y física. Abrazo!
EliminarCreo que es la primera vez que leo/escucho la palabra "Salomónicamente".
EliminarY, por otro lado, es cierto. La soledad es, más que nada, un estado mental. Claro, si estás solo como el de La invención de Morel, bueno, es otra cosa.
Fuerte abrazo.