jueves, 31 de mayo de 2012

De lo que me gusta

Nos sentamos en la misma mesa de siempre. El restaurante del cual colgaban banderines de San Lorenzo y fotos de viejos tangueros, tanto amarillentas, las fotos, no los tangueros, daba cierta tonalidad hogareña, aún más en otoño, cuando las hojas de los árboles le hacían un manto a las veredas de la calle Alagón. Lo diferente del lugar era que todavía la ley antitabaco no arribo a sus puertas, dando así una atmósfera de ilegalidad, como que al entrar, uno entraba a los años noventa. Íbamos regularmente, al punto de mirar a mozos y dueños de una forma amigable, casi preguntando por la familia de cada quien. Ella pidió lo mismo de siempre, unos abundantes fusilli con salsa rosa y pan de salvado. Yo no recuerdo qué pedí, solo me acuerdo que compartimos un vino, tinto el vino, venía en un amable pingüino. Creo que no se lo veía venir pero tuve que decirlo antes de que traigan la comida, en el momento que ella miraba por la ventana, como deseando estar en otro lado, con alguien más.
-¿Cómo que te aburriste? - replicó inmediatamente. Todavía resuena en mi esa pregunta. Hace sentir cierta culpa, así, como lo dijo ella, porque lo dijo como cuando decimos las cosas con intención de que el otro sienta culpa. Así fue como lo pronunció, abriendo ampliamente su boca al pronunciar el "cómo", parpadeando despacio y dando una estocada con el mentón hacía adelante al hacer referencia a mi aburrimiento.
-Si lo decís así, suena mal. Pero, básicamente, es eso. - respondí. En ocasiones, es difícil encontrar la palabra justa para los sentimientos, para los estados de ánimo, para decir lo que nos gusta o disgusta. En el fuero interno, pensar como pensamos no suena mal, es más fácil pero, a la hora de traducir ello en sonidos entendidos como palabras, parece que estamos siendo crueles, despiadados, suena diferente, sabe a mal, como un mate amargo con agua tibia, casi fría. - Pero no es con vos, me aburro de todo, de todo lo que me gusta. - ella fingió escuchar eso. La entendí por un instante, cuando escuchamos puñales al ego nos enceguecemos y filtramos todo lo que nos quieran dar como explicación; después dejé de entenderla porque me había aburrido.
-¿Ahora me decís que no soy yo, que sos vos? Sos la peor escoria, siquiera tene la suficiente hombría como para decir qué te aburrió de mí, no soy cualquier cosa. Sos cruel, sos hiriente cuando queres. Sos un hijo de puta. Encima ahora, acá me lo decís. Sos un despropiciado, no te importa nada. - Lorena tenía cierta razón empero, ¿existe, acaso, algún lugar, momento adecuado para hablar de ciertos temas?
- Me aburrí de todo, no sé. A vos te debe de pasar lo mismo pero no lo queres decir, no lo podes decir, te entiendo. Pero es así. Me aburre como cocinas, cuando me mandas un mensaje de fingida preocupación para saber cómo estoy. Me canso esos reproches buscando peleas para salir de la rutina, de que me hables de la oficina, de temas que no me interesan, me cansé de fingir que me interesan. Me aburrió el olor de tu pelo, tu vestido verde claro y la forma en que preparas el café con leche. Hasta cuando cogemos me aburro y sé que a vos también te pasa. Es entendible, ya nos conocemos lo suficiente, no hay sorpresa, nada nuevo. - la cara de Lorena se iba transformando; mediaba entre sonrisas, algunas lágrimas y miradas a los mozos. Vi como asentaba con la cabeza al mismo tiempo que se pasaba una servilleta de papel por sobre la mejilla izquierda, en el momento que seguía enumerándole nuestras situaciones.
- Es cierto, - rió con lágrimas - ya no es lo mismo. Ahora no me arrepiento tanto el haberme garchado a Ale. - dijo con ganas de lastimar, resumiendo lo ocurrido, largandolo, equilibrando su economía psíquica. Hice un ademán con los hombros, la boca hacia abajo y levantando las cejas, buscando con la mirada al mozo para cancelar el pedido. - Me voy, Diego, busco unas cosas del departamento, luego arreglamos por lo demás. - Tomó su cartera, su saco con olor a naftalina y se marchó sin saludar, empujando la silla que dejó vacía.
Al instante, mientras miraba a través del cristal de la venta como el viento hacia pequeños rulos con hojas, papeles y tierra tras los pasos de Lorena, Mario, nuestro mozo, trajo los fusilli con salsa rosa y pan de salvado medio duro, medio rancio, el pan. Lo que yo le había pedido tenía un poco más de demora, le solicité que no lo traiga. Le pedí un poco más de queso rayado y que de postre me tenga listo un budín de pan con dulce de leche y crema. Me gusta mucho como hacen el budín de pan ahí, con agüjeritos lo hacen, como en casa.


3 comentarios:

  1. Ayyyyyy... no podés! solo eso! igual te quiero primin!

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  2. Ayyyyyy... no podés! solo eso! igual te quiero primin!

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