lunes, 30 de julio de 2012

Desencuentro

Fabrizio y Carolina era una pareja típica, común por así decirlo, sin ganas de menos preciar y, entendiendo que, lo común, lo normal, es aquello que jamás se llega a entender, a ser conocido. Y ellos eran así.
Se querían, se amaban y su felicidad era capaz de contagiar a otros. Así me he encontrado en diversas situaciones donde los observaba mientras compartían una mirada cómplice, un beso en el aire, y era inevitable sonreír, sentirse bien junto a ellos.
Juntos construyeron planes, como todos aquellos que se involucran en una relación. Primero, comenzaron jugando con una casa en barrio norte, cerca al club y del colegio de los chicos. Es que, sin querer, tuvieron dos hijos. En un primer momento, Carolina se embarazó de Marcos y fue la alegría de ambos. Luego, al poco tiempo, tuvieron a Mariela, quien portaba lindas colitas en su rubio cabello, las cuales movía en la desesperada carrera a los brazos de su padre.
Pasaron los años y cada día parecía mejor, casi soñado. De esta manera, acontecieron diez, once años más hasta el día en que Carolina bajó, apresurada y sonriente desde el dormitorio ubicado en el primer piso, por las escaleras hasta el living, donde Fabrizio leía un suplemento del diario. Ella le dijo, gritando y con los brazos abiertos, que estaba embarazada nuevamente. Los chicos, los ya nacidos y crecidos, jugaban con amiguitos del colegio en las aguas tranquilas de la pileta de la residencia. Fabrizio lloró de alegría mientras arrugaba las páginas del suplemento que jamás terminó de leer.
Ahora bien, Fabrizio no dejó de llorar, eso se puede establecer. Sin embargo, nunca tuvo hijos con Carolina o casa en barrio norte, cerca al club y al colegio.
Sucedió que Carolina lo dejó con diversas excusas, en una tarde calurosa, en un café, mientras daba sorbos a un café con leche riquísimo y procedía a mordisquear, en pequeñas medidas, a una medialuna, la cual le hacían pegotear sus dedos por los suaves tintes de almíbar que cubrían a la factura.
Fabrizio, desconsolado y desorientado, pidió explicaciones, razones que pide el hombre por más que no pueda cambiar las voluntades dispuestas, consagrando uno de los actos de desesperación que conlleva el afán de mejorar lo irrecuperable. Así era la situación de él y largó el primer ¿Por qué?. Carolina alcanzó a decirle que era ella el problema, que no se preocupara, que estaba en una etapa de cambios, que él, Fabrizio, era un hombre bueno, que ella no lo merecía, que nunca lo iba a olvidar.
Carolina pidió la cuenta, Fabrizio pagó con lágrimas que no cesaron de brotar.

1 comentario:

  1. El hombre bueno está destinado a no encontrar a la mujer que lo acompañe. Para él, la mujer soñada siempre estará vedada por la preferencia de ella a aquel que nunca jamás la complementará.
    Entonces, la vida es un constante desencuentro en la búsqueda de aquello que nos hace bien. Esto perdurará hasta que los constantes fracasos nos acercan a la puerta del ph del conformismo y, ahí, nos dejamos vivir.

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