lunes, 2 de julio de 2012

Una cuadra

Me paré en la vidriera y vi unas botas, casi borcegos, lindas, mezcla de hipster con new fashioned. Tenía largos cordones mal distribuidos, poca iluminación, la parte izquierda estaba levemente inclinada hacia otro lado debido al amontonamiento con otros calzados. Vi la imagen, el todo, y me puse mal. Tomé aire y seguí con mi recorrido.
Llegué a la puerta de una librería, a una que siempre voy. Estaba en exposición un nuevo libro, grande, gordo, traducido del inglés. El título era algo como 'La pista detrás del fantasma' o 'El asesino transexual de la calle Talcahuano'. Me quedé, treinta, cincuenta segundos mirando. Iba a entrar a preguntar, con el dedo indice derecho levantado, como pidiendo la palabra, pero no. Mejor no, me dije. Dí media vuelta, me volví a sentir mal.
Pasé por la puerta de un café y, con un movimiento inconsciente, miré hacia dentro. Alcancé a ver una heladera mostrador, llena de tortas altas con dos o tres porciones menos. En ese instante, una chica, de linda sonrisa, sacaba una cheescake para rebanarle un pedazo más, mutilarla un poco, solicitud del cliente. La moza, por ponerle una categórica identificación, onduló un cuchillo mientras ensayaba una sonrisa más, produciendo esos pequeños hoyuelos en la parte media de ambos cachetes del rostro. El instrumento, el cuchillo, cortó graciosamente la salsa de frutos rojos, prosiguió por el queso, paso a la fina masa. Quedé parado, como un niño que mira hacia dentro de la juguetería cuando ésta se encuentra cerrada, frente a la moza, yo del lado de afuera, separado por un vidrio. Una lágrima, una sola, recorrió mi mejilla izquierda. Tomé aire, nuevamente, y seguí.
Al caminar unos pocos pasos, un muchacho, un joven, deja caer una rosa en el apuro, en el atropello que le imponía el cumplir con el mandado. Al pararme, al quedarme estático frente a la imagen de la rosa en el piso, el pasar de las personas se tornó dificultoso. Me agaché, me puse en cunclillas y miré la rosa, de cerca. Acaricié con el revés de mi mano derecha los pétalos que todavía no encontraron contacto con el piso, y derramé dos, tres lágrimas sobre ellos; dejando una especie de rocío sobre la humanidad de la rosa, eran lágrimas chicas.
Me incorporé, prendí un cigarrillo, tapando la débil llama con mi mano izquierda contra el viento, contra las ráfagas que se producen en las esquinas. Pité y miré un poco hacia atrás, miré a la nostalgia que puede producir caminar una cuadra. Ensayé una especie de sonrisa para mí mismo, y noté que había aprendido algo, que me sabia menos ignorante. Aprendí que cuando se extraña a una persona, diversos estímulos pueden evocar su recuerdo, la ves en todos lados.


Imagen de acá

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