miércoles, 13 de junio de 2012

Cantando

Me dijeron que ella iba a aparecer en uno de esos programas.
De esos programas donde la gente va y canta, o baila o canta y baila. Y es juzgada, la gente, por personajes famosos. No nos pongamos a discutir la competencia de cada uno de ellos, de los famosos, sus facultades, su campo de acción para juzgar. Ella iba a ir, a uno de esos programas.
Hace pocos meses habíamos decidido terminar la relación. Nunca estuve de acuerdo con eso de acordar terminar. Me dejó y tuve que aceptar, por así decirlo. Quería descubrir el mundo, me dijo, me explicó; lo supo un día, un día que se levanto y supo todo lo que iba a pasar ese día. Tuvo miedo, lo sé, a mi también me paso, antes, sabía los horarios de mi series favoritas, los había programado, era automático pasar de una a otra. Entró en pánico, no quería estructuras, quería enamorarse, seguir enamorada, como cuando en esos primeros tres meses de prueba que existen en las relaciones amorosas de a dos. Dijo que teníamos que hablar. Le había dicho que ya sabía lo que tramaba, lo que sentía, que no se haga drama, estaba todo bien. No quise que siga hablando, recién empezaba el partido, me había acomodado en el sofá.
Igualmente, es fácil acordarse de lo último. También es fácil recordar situaciones, cuando se propicia un estimulo adecuado para despertarla, a las situación en sí. Cuando me dijeron que iba a actuar, que esa misma noche se presentaba, no pude evitar sintonizar el canal, fue más fuerte que yo. ¿Que querías que hiciera? Sí, claro que la extrañaba, lo fue todo, qué se yo.
Y no te conté esto, esperá. Es importante porque sí, esencial en la historia. Sin esto, ella no iría, al casting, al canal, a comprarse un vestido para esa noche. No existirían este compendio de palabras, la historia, nada. Por eso es importante que sepas que yo no sé cantar, desafino hasta bostezando pero sé algo de música, de variaciones, de tonos. Ella, con la más dulce voz, pronunciaba mi nombre, leía libros en voz alta, por la casa, donde convivíamos. Le enseñé lo que sabía, aprendimos juntos. Cantaba fenomenal, cantaba cuando se duchaba, cuando cocinábamos juntos, cuando tenía un orgasmo, cantaba en el balcón, en el ascensor, en todo momento. Hasta que se fue y tuve que poner la radio, no fue lo mismo.
Tuve la revancha. Escucharla nuevamente, siquiera por televisión. La podía grabar y tener su música, su voz presente, conmigo, en la casa, iba poder apagar la radio.
Canto ese tema, el de Memphis, que Adrián Otero debe de estar cantando. No hubo críticas, emocionó a todos, el tema, la situación, el ambiente, la interpretación, su vestido, su sonrisa. Claro que me gustó. ¿Por mi cara decís? Sí, algo más paso. Siempre pasa algo más, siempre hay algo más. Tuvo un momento, pidió un momento luego de terminar la canción. Quería agradecer, dijo, a su familia, amigos, allegados. Quería expresar todo lo que sentía, hizo un punto aparte. Con su voz separó las oraciones, los párrafos de su discurso y esbozó una especie de preámbulo, lo recuerdo. Dijo algo como que agradecía a esa persona que la ayudó a dar los primeros pasos en la música, a ese quien le enseñó sobre la clave de sol, el solfeo, el sentir en el alma la canción, la letra, para después pronunciarla...
Pensarás que dijo mi nombre. Era lo obvio, también lo pensé yo, mientras recorría en los recuerdos de mi mente esas noches de canto, el despertarme mientras preparaba café con leche y cantaba. Agradeció a Pedro, no sé quién es. Dijo que lo amaba.

(Pequeño homenaje a Adrián Otero)

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