lunes, 11 de junio de 2012

Techo

Hay teorías motivacionales capaces de decirte que vos podes, que tu límite es el cielo y que el cielo no existe, ergo, no hay limites. Maslow y su pirámide, McGregor y su X e Y, McClelland y las necesidades secundarias y otros tantos que no recuerdo el nombre, no recuerdo qué sostienen. La cuestión es que te dicen y juran que podes ser mejor. En el trabajo, en el amor, en los casilleros del éxito de la vida, podes llegar a completarlos. Que con un poco de motivación aquí y allá podes terminar siendo tapa de una revista como People, Fortune, luciendo un traje, un lindo traje, de marca, importado, no como ese que tenes colgado en tu perchero, el desgastado, el que compraste en oferta, en liquidación.
También están los gurús, o gurúes. Salen en televisión, escriben libros sobre cómo llegar a ser mejor, en otro plano, un tanto más espiritual. Te dicen qué tenes que comer, cuándo y cómo ir al baño, tenes que dejar de coger. La libido es utilizada para llegar al nirvana, para sentirse mejor, estar bien con uno, con el todo. Anuncia que llegó el momento de liberar la mente, el sueño de Platón.
Hace no mucho arrancaron con el Coaching. Me dirás que tiene raíces motivacionales, que por qué no lo dije con lo primero. No sé, se me antojó separarlo. El coaching es más personal, individualizado. Sos vos, coachee, con el coach, un equipo, vos sos el equipo, sos todo lo que se necesita, sos Rambo. El coach, tu entrenador de la vida, tu palabra de aliento que te ayuda a levantarte de la cama, a chamuyarte a la minita de recepción, a mear contra el viento, a jugarte el bono anual de la empresa en el colorado veintiséis en la ruleta clandestina a la vuelta de la oficina. Eso te anima, o queres que te anime.
Igual, hasta ahora, te sentís un tanto vacío. Te aburre, también te lo había dicho, de lo que te gusta, te aburre, nos aburre. Cosas que pasan.
Declinamos un poco. Se pone algo turbio, hiriente. Viene Elliott Jaques y te dice que te puede decir cómo sos, que estas entre cuatro categoría acorde a cómo hablas y, como si encasillarte no te humilló, te cuenta que nunca vas a poder cambiarlo, sos así. Ya no te gustó, te entiendo, me pasó algo parecido. Igual, no es todo. Te digo, el tipo hizo un gráfico, ejes cartesianos pero positivos, sobre tus posibilidades de desarrollo, de tu capacidad. Tenes un tope, un techo, dijo. Por más que te capacites, por más buena onda que le pongas, por más pastillas que tomes, por más empieces a ir dos veces por semana a la psicóloga, más allá de todo, no vas a poder crecer más. Da igual, es lo mismo pelearla o dejarse estar, no vas a poder tender a algo más de lo que podes.
Ahora bien, te cuento que las cosas están así, ¿qué queres que haga? Sé que es difícil aceptarlo al principio, decirte que hasta acá es lo que más podes aspirar en tu triste vida, no es fácil. Siempre, desde chico, te dijeron que podes ser alguien mejor, que no hay límites, podes ser astronauta, presidente, ceo de alguna importante multinacional, lo que quieras; y creciste, te encontraste que no todo es tan así, que lo mejor que te puede pasar es un feriado largo, que liberen los molinetes del subte o encontrarte plata olvidada en algún saco o campera.
Adivino, por tu expresión, que hasta acá no me seguís, ¿por qué te cuento todo esto? Bueno, es que es así, para vos, para mí, para todos. Mientras más rápido aceptemos nuestras limitaciones, mejor nos sentiremos con nosotros mismos, invertiremos el tiempo de una mejor manera. Por eso, no me molesta que me digas que te hartaste y que me vas a dejar por tu mejor amigo, que él sí que coge con ganas. No, no me molesta, créeme. Estoy mal porque me dí cuenta que no puedo resolver este sudoku, es la primera vez que me pasa.

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